Javier Duarte se asomó a través de la persiana del departamento 505, que ocupaba en el hotel La Riviera de Atitlán, de cuatro estrellas, en Guatemala.
La foto la captó el comando de agentes investigadores mexicanos que llevaba meses siguiéndolo. Fue la confirmación de que estaba ahí. La última prueba que se necesitaba para proceder a su captura.
Pero detenerlo no fue tan inmediato. En Guatemala los jueces no giran tan rápido las órdenes de captura. Así que el director de la Agencia de Investigación Criminal de la PGR, Omar García Harfuch, y su par de la Interpol Guatemala se sentaron en la cafetería del hotel de al lado… a esperar… horas…
En la desesperación, el subprocurador jurídico y de asuntos internacionales de la PGR, Alberto Elías Beltrán, voló a Guatemala para presionar.
Casi a las ocho de la noche, hora local, recibieron por correo electrónico la autorización del juez.
Imprimieron la orden de captura en la recepción del hotel contiguo y fueron al sitio donde se encontraba su objetivo.
Podían aprehenderlo si salía. Pero no podían entrar a su apartamento por él. En Guatemala la ley prohíbe los cateos después de las 6 de la tarde.
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