La confrontación como política presidencial, y en particular contra la prensa, deja un ambiente de permisividad al ataque hacia la libertad de expresión, indispensable para la democracia. Su primera víctima es el debate público como primera línea de defensa de la racionalidad de los actos de la autoridad, lo que abre el riesgo de suplir la información con propaganda y la transparencia con polarización, de la cual echa mano el poder para refractar a la crítica y tratar de inmunizarse en el reparto de culpas por el manejo de la emergencia sanitaria y la crisis económica.
El momento es difícil para los medios. Primero, su situación vulnerable por el agotamiento del modelo de negocio anclado en la publicidad oficial que recortó la austeridad republicana, aunque ahora parece revalorar con un cambio de estrategia de comunicación y la omnipresencia de conferencias oficiales en radio y TV. Pero, más preocupantes son las amenazas al diario Reforma por sus críticas al gobierno, denuncias de campañas orquestadas desde Notimex contra periodistas y ataques abiertos de la agencia púbica contra las ONG, como Artículo 19, no vistas ni en la época del control de la prensa en el régimen autoritario priista. Esa ofensiva desvela la simulación de convertirla en agencia de Estado sin dejar de operar como oficina de propaganda gubernamental.
También es notable el cambio de actitud del Presidente hacia las redes sociales, que de alabarlas como “benditas” pasa a verlas como nidos de conspiradores a medida que cambia el ambiente y escalan las percepciones negativas hacia su gobierno en las plataformas. Los sentimientos positivos al inicio de su gobierno dan paso a crecientes negativos desde los primeros reveses serios en la opinión pública con las protestas de padres de familia por desabasto de medicamentos y el movimiento feminista conta la violencia de género. Ahora, en medio de la pandemia, les reclama auspiciar la desinformación y la “infodemia”, pero, sobre todo, servir de plataformas de ataque a su gobierno.
Tampoco supo reaccionar a la llegada del coronavirus, que cambió la agenda del debate público; y en plena pandemia responde con careos a los que acusan falta de transparencia en el manejo de las estadísticas del contagio, incluida la prensa extranjera, que descalifica como mentirosa. Olvida que el lugar de la confrontación es, sobre todo, de la prensa, obligada al cotejo crítico de todos los actores políticos, aunque no toda lo cumpla. Pero su terreno, al fin…
Desde el gobierno, en cambio, la confrontación acentúa la sensación del extravío de la agenda presidencial y la correlativa baja en popularidad, aunque en la emergencia sanitaria detuvo su caída. La estrategia de comunicación de control del micrófono en las conferencias mañaneras ya daba muestras de agotamiento y la crisis sanitaria abrió la oportunidad de refrescar el mensaje con una nueva vocería y concentrar su atención en la pandemia. Aunque consiguió remontar su aprobación con la poderosa narrativa de ubicar a los pobres como prioridad de su gobierno ante la crisis, las cifras de desempleados y aumento de pobreza no son buen augurio para recuperar el control, porque la Cuarta Transformación vive el duelo del embate de la crisis sobre su proyecto sin narrativa de remplazo, más que un discurso de optimismo en el futuro.
Pero el momento también es delicado para el gobierno. Pasó de la negación de la gravedad del covid-19, y luego de subestimar la económica, a la necesidad de superar circunstancias traumáticas, como refirió López Obrador del informe que en abril le avisaba que la pandemia podría superarlo. Sin embargo, como parte del esfuerzo de resiliencia se replegó en sus instintos de campaña y profundizó el careo con sus críticos en previsión de la rendición de cuentas hacia las elecciones de 2021 para mantener el control del Congreso la segunda parte del sexenio.
El Presidente enfoca su estrategia de comunicación en generar anticuerpos con la construcción de la narrativa de la agresión en contra de la 4T. Nada alentador para la libertad de expresión y el debate público. Muy peligroso para simpatizantes dispuestos a secundar los ataques contra la prensa y adversarios desde sus redes de apoyo digital, cuentas e instituciones y funcionarios de la “RedAMLO”, cuya operación, sin embargo, no frenó las críticas y más bien ha profundizado la polarización. Es momento de revisar…
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