A lo mejor subestimamos a Cuitláhuac García. Distraídos por su no muy espabilado uso del lenguaje y por la pasión que le despiertan los baños de gasolinera, fuimos incapaces de entender que detrás de ese aparente pasmo se esconde un pasmo auténtico, pero un pasmo represivo. Así lo deja ver al menos la comisión del Senado que se puso a investigar qué pasa en Veracruz, donde se detuvo con ostensible arbitrariedad a José Manuel del Río Virgen, colaborador de Ricardo Monreal, y donde, es razonable sospechar, hay varias decenas de personas encerradas por el crimen de oponerse al góber. Sí, subestimamos a Cuitláhuac, que se ha encargado de recordarnos que no necesitas una mente muy sofisticada para reprimir a los adversarios, como los compañeros Maduro y Pedro Castillo podrían explicar.
¿Será eso lo que vio en el Cuit nuestro presidente, fino estudioso de la naturaleza humana, virtuoso head hunter especializado en últimos de la manada y machos alfa en edad de jubilación desde los 90? Probablemente, porque no había empezado la comisión a chambear cuando nos dijo que uy, tipazo el gobernador, que toda su confianza, qué suertudotes los veracruzanos. Y cómo sorprenderse. Nada más esta semana, el presidente nos dejó varias evidencias de con quiénes piensa echarse lo que queda del sexenio. Ahí tienen al Doctor Muerte, al que, 600 mil muertes después, esta semana volvió a catalogar de crack inmunológico y funcionario de primera. O a Pedro Salmerón, entre los irrelevantes. Porque ni tiene ni ha tenido nunca un papel de importancia en la 4T, pero el Tlatoani lo mismo miente por él, diciendo que el ITAM lo echó por ser de izquierdas o que no hay acusaciones en su contra, que se aferra a mandarlo a Panamá, cuando las señales de que Panamá no lo quiere son claras. Ultimadamente, al carajo con la relación bilateral. Si quieren, lo ponemos rimado: “La mejor política interior/ es impulsar a un acosador”.
Más información en El Heraldo de México