Ya lo domaron. No al coronavirus. Llevamos más de 85 mil muertos. Seguirán aumentando. Me refiero al Tribunal Electoral.
Dados los muy pobres resultados en todos los ámbitos (por ejemplo, el último fin de semana se alcanzó el mayor número de asesinatos desde que tenemos mediciones), el siguiente paso para tener ventaja para la elección del 2021 era domar al Tribunal Electoral. Es la última voz en el proceso electoral. El INE puede hacer todo bien y el Tribunal meter reversa. La ley electoral es lo que el Tribunal sentencie.
Los gobiernos siempre lo han sabido. El de Peña Nieto maniobró, por ejemplo, para que el Tribunal Electoral le enmendara la plana al INE cuando éste declaró la nulidad de las elecciones de Coahuila en 2017 ganadas por el PRI.
AMLO, sin evidencia alguna, dijo el jueves: “Antes, los presidentes decidían a quién darle un registro […] Ya no se aplica”. Me corrijo. Sí tiene evidencia: está confesando que a Morena le dio el registro Peña Nieto.
Antes no se excluía el derecho a tener un partido por razones políticas. Ahora, de los nuevos, solo podrán competir los partidos amigos al poder. El Tribunal Electoral optó por darles registro a tres partidos aliados del presidente López Obrador, dos de los cuales, según el INE, habían cometido suficientes irregularidades como para negarlo. Paralelamente, el Tribunal Electoral confirmó la negativa del INE al registro del partido de Felipe Calderón, México Libre.
Se les midió con varas distintas. A los amigos y aliados de AMLO, una generosa interpretación de la ley. A su enemigo y potencial contrincante, la vara más dura posible.
AMLO fue claro en su deseo de que México Libre no estuviera en la boleta del 2021. Extraño, pues le convenía para dividir el voto de la derecha y Calderón es el mejor rival para su estrategia de polarización. ¿Le tiene mucho miedo? ¿Lo ciega el odio?
Lo que sí es una ventaja clara para AMLO es tener muchos partidos pequeños aliados. Suponen más dinero, más tiempo en medios de comunicación, más voces para criticar a su oposición, marcas nuevas que pueden atraer a un electorado cansado de todos los políticos de hoy, aunque no tengan nada de nuevo; son el viejo PES, los evangelistas que ya fueron aliados de AMLO; el yerno de Elba Esther Gordillo, y un partido asociado al sindicato que comanda Pedro Haces, muy cercano a Ricardo Monreal.
Es un duro golpe para Calderón. En seis años no puede volver a tratar de tener un partido. Se equivocó desde su salida del PAN. Con ello, debilitó al partido que lo llevo a la Presidencia y ayudó a ampliar el triunfo de AMLO. También se equivocó creyendo que él podía encabezar la oposición contra López Obrador en la elección intermedia, cuando, de haber alcanzado el registro, a lo mucho hubiera servido para dividir el voto del PAN. No parece darse cuenta de los odios que genera y que la sombra de García Luna no lo va a abandonar. Su siguiente error sería buscar acercarse a Frena. Lo responsable sería buscar una reconciliación con quienes controlan el PAN, para juntos enfrentar ese adversario común que quiere ganar a toda costa en el 2021.
AMLO está abriendo una caja de Pandora al domar al Tribunal Electoral. La erosión en la autonomía de las instituciones electorales mina la credibilidad del proceso y daña una de sus funciones: darles voz a todos. Cuando se le niega a un grupo el derecho a participar, se estimulan los comportamientos antisistema. ¿Eso quiere AMLO?
AMLO dice añorar el pasado, a los años sesenta, ha afirmado más de una vez. Había entonces sólo un partido de oposición, el PAN. Éste competía sin recursos contra el partido del Estado y si ganaba algo, le arrebataban el triunfo. El resto de los partidos eran paleros del partido del Presidente. ¿Será ese su verdadero objetivo cuando dice que quiere regresar al Desarrollo Estabilizador de aquellos años?
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