[…] desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa una verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla.
Niccolò di Bernardo dei Machiavelli
Carta a Francesco Guicciardini, mayo de 1521
El discurso político como evangelio
Dante, en su obra La divina comedia, diseña círculos infernales para que el alma sea castigada de acuerdo con el pecado que cometió. El de los fraudulentos es el octavo círculo, ahí perviven, en diez fosas concéntricas, aduladores, cortesanos, autores de escándalos, charlatanes, falsarios y quienes trafican con la justicia. En el noveno y último círculo, frío y oscuro, habita también Luzbel, el ángel que traicionó a Dios. La alegoría dantesca es una crítica mordaz y certera del maniqueísmo del discurso católico y su doble moral. Papas, monarcas y personajes públicos ligados a la política desfilan por el infierno envueltos en fango, azotados por el viento, castigados por el fuego, los mismos que debían mantener el orden moral y que en sus actos cotidianos lo corrompen con sus vicios.
Hoy, los mexicanos padecemos un discurso político maniqueo que predica un falso humanismo cristiano, lucra con valores y virtudes consideradas la piedra angular de la religión: humildad, honestidad, caridad, templanza. Hace del discurso moral su coartada política. Finge ser cívico y nacionalista, pero está dando pasos firmes para socavar el Estado de derecho, que en México es laico por definición desde el periodo de Reforma que inicia con Ignacio Comonfort en 1856, se convierte en Ley en la Constitución de 1857, continúa con Benito Juárez en 1860 con la Ley sobre libertad de cultos y se expresa en la Constitución de 1917, vigente hasta la actualidad, particularmente en el artículo 24, que así como establece la libertad de cultos, limita su celebración a los templos. Este artículo expresa enfáticamente, entre otras normas: Nadie podrá utilizar los actos públicos de expresión de esta libertad con fines políticos, de proselitismo o de propaganda política.
Un enunciado básico en política indica que la forma es fondo y los políticos más eficaces son aquellos que saben hacer uso de las formas para mantener su influencia en el electorado. En sus discursos públicos y en las redes sociales AMLO y Morena, manipulan el sentimiento religioso y/o humanitario de sus seguidores. Utilizan las palabras en un contexto social amplio y las embozan para que no se interpreten directamente como doctrina religiosa porque dicen hablar en nombre del pueblo, sin embargo, están apelando a las emociones más íntimas y sacralizadas en un ambiente políticamente correcto. Como el flautista de Hamelín, Andrés Manuel López Obrador (presidente electo), toca la sinfonía que va a salvar al pueblo de la corrupción (las ratas), la pobreza y la iniquidad. Se dirige a los que menos tienen y les ofrece una farsa de participación directa en sus decisiones y autoridad. Les ofrece cambiar la historia y construir la Cuarta transformación (CT). El paraíso en la tierra.
En actitud de prócer de la patria: “Tengo la fórmula para sacar a México del atraso y sacar a nuestro pueblo de la pobreza”, afirma AMLO desde su página oficial. Veamos el decálogo de esta fórmula pretendida humanista durante su campaña por el poder ejecutivo.
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