Cuando reinicie el año, se sentarán de nuevo a la mesa Ricardo Anaya y Alejandra Barrales para tratar de concretar una alianza PAN-PRD para la elección a gobernador en el Estado de México.
Su objetivo es el 2018. Porque está claro que si el PRI es incapaz de retener la gubernatura en esa entidad, en la que nunca ha mandado otro partido que no sea el tricolor, sus posibilidades para vencer en la elección presidencial se ven casi aniquiladas. El Estado de México es la tierra del presidente Peña Nieto, es el estado gobernado por uno de los presidenciables del PRI (Eruviel Ávila), reserva de votos y recursos para financiar las campañas.
El panista Anaya y la perredista Barrales quieren aliarse. Pero tienen resistencias internas. Deberán vencerlas. Y además está el principal obstáculo de encontrar un nombre que pueda ser atractivo para el electorado mexiquense y viable para los dos partidos. Ahí están atorados.
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