Un Senado de la República lleno de empujones, gritos, pancartas y denostaciones, fue el escenario en el que Rosario Piedra Ibarra rindió protesta como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
¿Qué rompió con la transparencia, máxima publicidad y parlamento abierto que las Comisiones de Derechos Humanos y Justicia plantearon desde la Convocatoria? Algo muy elemental, el presidente de la República metió la mano en el proceso, ya que, en sus conferencias matutinas, afirmó que prefería “que la encomienda la tenga una persona que haya padecido en carne propia violaciones a los derechos humanos”.
Es obvio que el titular del Ejecutivo no tuvo rubor en decir cómo quería que fuera la titular de la CNDH, por lo que Morena no tuvo más que acatar la instrucción, sin importar que las acciones emprendidas violaran nuestra Carta Magna.
Este Senado es el Senado de los nunca; ya que nunca había visto la toma de protesta de un organismo autónomo entre gritos y empujones; nunca había visto la tribuna con un senador —del partido oficial— gritándole a la presidenta de la Mesa Directiva que tomara la protesta; nunca había visto a un senador —del partido oficial— levantarle la mano a quien dirigirá un organismo autónomo; nunca había visto que 12 senadores discutieran, empujaran y sometieran a un senador de oposición.