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jueves 26 diciembre 2024

Recomendamos también: Ante la ilegalidad de AMLO, la sociedad levanta la voz, por Carlos Loret de Mola

por etcétera

El viernes 11, el presidente de México decidió traspasar una frontera en sus ataques a la prensa y la sociedad del país respondió como no lo había hecho en los tres años que lleva gobernando. La convocatoria de respuesta llevó mi apellido: #TodosSomosLoret.

Hace dos semanas, en el programa de investigación periodística que encabezo revelamos que José Ramón López Beltrán, hijo del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), vivió en una lujosa casa en Houston, con alberca de 23 metros y cine privado, propiedad de un alto ejecutivo de la empresa Baker Hughes, contratista de la empresa Petróleos Mexicanos. Un mes antes de que este ocupara la vivienda, se le otorgó un contrato de 85 millones de dólares a la empresa petrolera.

El reportaje impactaba tres de las más socorridas banderas políticas del presidente: la austeridad, el combate a la corrupción y el rechazo a los conflictos de interés. Por ello se volvió un escándalo nacional y sigue siendo eje de la conversación pública. Se presentaron denuncias ante la Fiscalía General de la República, la Auditoría Superior de la Federación y la Securities and Exchange Commission (SEC) de Estados Unidos. Accionistas de Baker Hughes demandaron una investigación por posibles conflictos de interés.

AMLO reaccionó con furia. Empezó calumniándome e insultándome. Cada día fue escalando la violencia de sus palabras hasta que el viernes rebasó todos los límites: presentó en su conferencia matutina una lámina exhibiendo lo que (según él) eran mis millonarios ingresos y anunciando que pediría a las autoridades fiscales que me investigaran. No fue un desliz. Fue un acto planeado y deliberado para mostrar su poder y tratar de intimidar a todo aquel que pretenda criticarlo.

En lo personal, el presidente puso a mi familia y a mí a merced del crimen organizado: en México las leyes mantienen en privado estos datos para no despertar el apetito de la delincuencia.

En lo profesional, este abuso de poder, este uso de los instrumentos del Estado para revelar información privada en venganza contra un periodista que lo cuestionó, tocó un nervio que hizo que —casi de manera unánime— la sociedad mexicana condenara la actuación del presidente.

Más información en: The Washington Post

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