¿Habrá una competencia dentro de Morena a ver quién complace más a López Obrador? ¿Será que, a la sorda, sus más destacados alfiles pelean entre sí para atraer reflectores? ¿Habrá una contienda a ver quién es más radical, más duro, más rupturista?
No me extrañaría que hubiera dentro del equipo del presidente electo una competencia por ver quién es el más cabrón, para decirlo en términos llanos. Siempre pasa entre los colaboradores de gobernantes, a todos los niveles: quién llama la atención del jefe, quién destaca, de quién se habla, quién se alinea mejor, quién da las peleas.
Me da la impresión de que en esta dinámica se inscriben muchas de las declaraciones y acciones del equipo lopezobradorista en los últimos días.
El pasado 13 de septiembre, el poderoso presidente del Senado, el morenista Martí Batres, incluyó en la orden del día una reforma constitucional. Ni más ni menos. Cambiar cuatro partes de la Carta Magna relacionadas con la reforma educativa. Pero no avisó a nadie. Ni a los de arriba ni a los de abajo ni a los de al lado. Fue una sorpresa para los legisladores descubrir, esa mañana, que tenían en agenda ese día modificar la Constitución. Varios intentaron buscar el texto que proponía el senador Batres pero no estaba en ningún lado. No había iniciativa disponible, como normalmente sucede. Sólo un párrafo que anunciaba que se abordaría en la sesión reformar cuatro partes. Se numeraban, pero los números estaban mal: no todos tenían que ver con educación. Gran desconcierto.
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