Sandra Cuevas es uno de los peores ejemplos de la oposición en México. En el poco tiempo que lleva en el poder, ha protagonizado varios escándalos de excesos que han tenido relevancia mediática. Sin embargo, está siendo víctima de una evidente persecución política que lleva las firmas de Claudia Sheinbaum y López Obrador, y que está operada por uno de los grupos políticos más corruptos del país: el clan Bejarano-Padierna.
Sandra Cuevas ganó la alcaldía de Cuauhtémoc –el corazón de la Ciudad de México– como candidata de la oposición. Discípula del poderoso senador Ricardo Monreal, ella quería ser candidata de Morena, pero AMLO y Sheinbaum optaron por entregarle esa candidatura a Dolores Padierna, esposa de René Bejarano, protagonista del primer videoescándalo de la vida política de López Obrador: apareció recibiendo fajos de billetes clandestinamente cuando era su secretario particular. Y ya se sabe que, con López Obrador, lo que el cash une no lo separa nadie.
Sandra Cuevas se fue a la alianza opositora y venció cómodamente a Padierna. Eso caló profundamente en el ánimo del presidente y de su candidata a sucederlo. Lo que hemos visto después ha sido una encendida venganza contra la alcaldesa, una exhibición del uso del poder para quitarle lo que le dieron las urnas: está al borde de la inhabilitación por un nebuloso caso de agresión a policías.
Aun sea culpable de lo que se la acusa, la celeridad con la que ha actuado la Fiscalía despierta todas las sospechas: fue separada del cargo y vinculada a proceso a tan solo un mes de los hechos. Y se trataría solamente de una agresión a policías. Cuando se cayó el Metro de la Ciudad de México y hubo 26 muertos, las autoridades no actuaron con esa velocidad: nunca hubo un proceso contra la directora del Metro, Florencia Serranía, tampoco una destitución, ella dejó el cargo hasta que quiso, y de tocar a Claudia Sheinbaum, ni hablar. ¡Y fueron 26 muertos!
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