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jueves 26 diciembre 2024

Recomendamos también: La noche mexicana, por Rafael Pérez Gay

por etcétera

El reloj marcó las once la noche y yo estaba guardado en casa. El covid y la inseguridad han cambiado para siempre la noche mexicana. Xavier Villaurrutia dejó escrito al inicio de uno de sus Nocturnos lo siguiente: “Todo en la noche vive una duda secreta: / el silencio, el ruido, el tiempo y el lugar. / Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos / nada podemos contra la secreta ansiedad”.

José Luis Martínez S. escribió que “el 19 de septiembre de 1985, la noche de la Ciudad de México cambió súbitamente; en su lugar quedaron los recuerdos, la nostalgia, el cascajo de recuerdos insospechados”. El día que cambió la noche (Grijalbo, 2016), un libro inmejorable, contiene dos crónicas que se funden en una sola. La primera, los recuerdos de un periodista que hacía sus primeras armas en una consagrada publicación “para caballeros”, como se decía en aquel entonces; y la segunda, la mañana del gran temblor que cambió para siempre a la Ciudad de México.

Martínez S. recuerda sus tiempos como redactor de Su Otro Yo. Vicente Ortega Colunga, el director de la publicación, llevó a Martínez S. a la vida nocturna con una frase perentoria: “vamos a trabajar”. El Hotel Regis, El Patio, el Hotel del Prado, el Terraza Casino, los paraderos de los noctámbulos.

Aquella época de vedettes y cabarets, de largas noches e insomnios coronados siempre por mujeres como Mora Escudero, las piernas del millón; Rosy Mendoza, la cintura más breve de México; la Gioconda, la muñequita de San Ángel, y Olga Breeskin, simplemente Super Olga. Y también de Nelson Ned, de Raphael, de Camilo Sesto, de José José. Desapareció no solo por el polvo del tiempo sino por la violenta sacudida que transformó la ciudad para siempre.

El 6 de febrero de 1950, José Alvarado escribía para el periódico El Nacional lo siguiente: “Uno se llama Bombay, otro Montealbán; el de allá London, Klondike el de más acá, Imperio el de la esquina; Babalú éste, La Conga aquel. No falta tampoco La Michoacana, ni cuesta trabajo dar con el Olímpico, el Atzimba, La Tapatía, El Ángel Negro, La Malagueña o el Manolín. Caminad de noche por Guerrero: los danzones y las luces señalan los mil lugares donde puede conseguirse veneno a precios caros”.

Me pregunto: ¿cuál será la nueva noche mexicana?

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