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Desde que Salinas de Gortari nombró a Luis Donaldo Colosio al frente de la Secretaría de Desarrollo Social y luego lo hizo candidato a la Presidencia se concluyó que la Sedesol era la nueva incubadora de delfines políticos: cartera llena para que el funcionario recorra el país regalando cosas, crezca en popularidad y establezca redes de apoyo.


Desde entonces, cada que alguien ha entrado a Sedesol se considera en automático presidenciable. Esto derivó en que a lo largo de los más de veinte años que han transcurrido desde ese episodio Salinas-Colosio, los partidos de oposición (PAN, PRD y el mismo PRI, en distintos momentos) han establecido toda suerte de candados para que no se puedan usar electoralmente los millones destinados al combate a la pobreza.


Hoy, el grueso del presupuesto de Sedesol está etiquetado y su ejercicio es muy vigilado por rivales políticos, sociedad civil y medios de comunicación. Hay margen de maniobra, claro, pero cada vez menos.


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