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viernes 08 noviembre 2024

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por etcétera

Hoy, 30 de noviembre, se acaba un sexenio, el décimo cuarto en forma consecutiva que concluye completo.

Pero más que eso, termina una época: la de la partidocracia.

Podemos decir que ésta tiene sus antecedentes en 1988, cuando la cuestionada elección presidencial de ese año obligó al PRI –hasta entonces hegemónico– a negociar espacios de poder con la oposición.

El entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, tomó por interlocutor al PAN. Aspiraba a que México tuviese un sistema bipartidista, como el estadunidense. Eso resolvía dos cosas para él: compartir el poder con un solo partido y dejar fuera a la oposición de izquierda, que –gracias a una escisión del propio PRI, en 1987– le había peleado con fiereza la elección.

Salinas no regalaría nada al PAN, sólo le reconocería algunos triunfos. Comenzó con la gubernatura de Baja California, la primera que el partido tricolor cedía desde su creación.

En la elección intermedia de 1991, Salinas y el PRI se concentraron en ganar una clara mayoría en la Cámara de Diputados para poder sacar adelante las reformas económicas que estaban pendientes sin tener que negociar con otro partido.

Lo lograron, pero se les pasó la mano. La operación electoral venció al PAN en dos contiendas donde tenía una gran fuerza: las gubernaturas de Guanajuato y San Luis Potosí. Esas, Salinas no quiso soltarlas fácilmente. Le molestaban la candidatura de Vicente Fox en Guanajuato –quien, como diputado federal, se había mofado de él– y el hecho de que en el otro estado el PAN fuese aliado con la izquierda.

Presionado, Salinas mantuvo su apertura hacia el PAN permitiendo que un panista, Carlos Medina Plascencia, llegase como gobernador interino en Guanajuato y que, al año siguiente, el panista Francisco Barrio ganara la gubernatura de Chihuahua, luego del fraude que le habían hecho seis años antes.

En el siguiente sexenio, el modelo bipartidista no subsistió. El presidente Ernesto Zedillo abrió el juego a las dos principales fuerzas de oposición, el PAN y el PRD, con las que el PRI negoció una reforma política de fondo, que ciudadanizó el órgano electoral y permitió la elección de un jefe de Gobierno en la Ciudad de México, las dos principales demandas de los democratizadores.

A partir de ahí, el poder se compartió entre los tres partidos. El año de 1997 fue clave en la creación de la partidocracia. El PRI dejó ir la mayoría en la Cámara de Diputados y la Jefatura de Gobierno capitalina. También comenzó a perder gubernaturas de forma acelerada.

¿Qué significaron estos cambios? La ampliación del club de la política que hasta entonces había sido para un solo partido. Otras fuerzas fueron admitidas, comenzando por el PAN y el PRD. El PRI se dio cuenta de que si quería sobrevivir, tenían que repartirse los cargos de elección popular entre más jugadores.

Más información: https://bit.ly/2DSEQiR

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