CULIACÁN.- Culiacán consiguió, el fin de semana, su primer Récord Guinness con el aguachile más grande del mundo, tras celebrar cada año este evento como una especie de foco de resistencia a la pax narca que le ofrece el Cártel a Sinaloa. El reto que convoca a toda la población nació como un mensaje contra la estigmatización del estado con la violencia criminal, que se ha reducido un poco, a pesar de delitos de alto impacto como el culiacanazo. En los últimos tiempos, el poder del narco se ha institucionalizado, al punto de permitirse exhibiciones, como la boda de la hija de El Chapo en la catedral, precintada por varias horas para acoger a invitados de la nueva élite económica estatal.
La prueba del aguachile formó largas colas desde una céntrica calle abierta al peatón —como dicen aquí— hasta la catedral, a pesar de una inusual lluvia; el mismo espacio público donde días antes se celebró la boda de Alejandrina Guzmán Salazar, hija del primer matrimonio de Joaquín Guzmán Loera, y Édgar Cázares, señalado como sobrino de la llamada Emperatriz del narco y vinculada por la DEA en una red de lavado del Cártel de Sinaloa, Blanca Cázares, con fastos que cimbraron la ciudad con el mismo impacto que las bodas de famosos en las revistas del corazón. La difusión profusa de las imágenes en redes de la iglesia cerrada para el enlace parecía dar a la empresaria de diseño de ropa exclusiva con el nombre del Chapo, la representatividad de la ciudad, como si la acción la pusieran en posesión del beneficio porque el cártel detenta el estado.
La iniciativa de recuperar el espacio público con fiestas, como el aguachile, se originó hace una década junto con otras actividades productivas que, desde un principio, se propusieron crear alternativas para “arrebatarle los jóvenes al Mayo y al Chapo”, ya en esa época los principales empleadores en el estado con el auge del tráfico de droga a EU, tras el depresión de los cárteles colombianos. La convocatoria de empresarios hoteleros y chefs comprometidos con la comunidad, como Miguel Taniyama, que luego sería suplente de Manuel Clouthier en el Congreso, pretende ser un mensaje contra la normalización de la violencia y un vehículo para potenciar trabajos formales, como una escuela de cocina por la que hoy pasan 600 estudiantes. En el fondo, una tentativa para resistirse a la pax narca que hoy atrae a miles de jóvenes a trabajar con un cártel que anualmente factura unos 400 mil millones de pesos, es decir, casi siete veces más que el presupuesto del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, con 70 mil millones de pesos.
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