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miércoles 06 noviembre 2024

Recomendamos también: El cubrebocas debe ser obligatorio, por Leo Zuckermann

por etcétera

A estas alturas de la pandemia está comprobado científicamente que entre más gente use el cubrebocas, menos contagios habrá de coronavirus y, por lo tanto, menos muertos. No hay duda: mientras no haya vacuna, la mejor protección es el cubrebocas.

Lo cual nos lleva a la pregunta de que si el gobierno debe obligar a los ciudadanos a utilizarlo fuera de sus casas. Hay países democráticos liberales que así lo han decidido y no por ello se volvieron autoritarios. Hay otros que han dejado dicha decisión a cada uno de los individuos de acuerdo a su libre albedrio.

México es de los segundos. El gobierno fomenta, a través de campañas mediáticas, el uso del cubrebocas, pero no es obligatorio. Tampoco educa con el ejemplo. El presidente López Obrador se ha rehusado a utilizarlo en público. Sólo se lo pone cuando viaja en avión porque ahí sí es obligatorio: las aerolíneas no dejan volar a los pasajeros que no llevan esta prenda.

Como el gobierno no obliga al uso del cubrebocas, hay organizaciones que sí lo han hecho en sus instalaciones. El Instituto Nacional Electoral, por ejemplo, aprobó un protocolo para que la gente utilice cubrebocas en todas las reuniones que se llevan a cabo en sus instalaciones.

El otro día, un diputado, que se distingue por armar escándalos para llamar la atención, se rehusó a cumplir con este protocolo. Absurdamente argumentó que él no quería hablar con una mordaza. El legislador citó nada menos que al subsecretario encargado de gestionar la pandemia, un charlatán al que ya nadie le hace caso, para decir que el cubrebocas no sirve para contener la pandemia. Ante la negativa del vanidoso diputado de cumplir con las reglas, el INE dio por terminada la reunión presencial y la continuó vía remota.

Al día siguiente, le preguntaron al Presidente qué pensaba de lo que había sucedido con este legislador. La respuesta de López Obrador es una joya demagógica. “Mire, lo más importante es la libertad. Entonces, la gente tiene que decidir libremente y tenerles confianza a los mexicanos porque siempre actúan con sabiduría, el pueblo es sabio”. Y no dejó pasar la oportunidad de citar una de sus frases favoritas: “prohibido prohibir”.

Pues sí, la libertad es un valor fundamental del ser humano, quizá el más importante. Y sí, los liberales creemos que la gente no es tonta y hay que tener confianza en que harán lo correcto. Pero, ojo, no todos son igual de responsables. También hay a quienes les importan un comino las consecuencias de sus actos irresponsables.

¿Prohibido prohibir?

No. Las democracias liberales están llenas de prohibiciones por buenas razones. Doy un ejemplo.

Está prohibido que los ebrios conduzcan un automóvil. Uno podría argumentar que, si quieren chocar, pues muy su derecho. Prohibido prohibir.

Salvo que estos irresponsables ponen en peligro la vida de otras personas que están conduciendo o caminando por donde ellos manejan. El borracho puede acabar matando a inocentes. Aquí aplica el viejo principio que la libertad de un individuo termina donde comienza la libertad de los demás.

Los gobernantes de un país deben sopesar estos argumentos y decidir qué prohibir. Que yo sepa, ningún país permite conducir a los borrachos. Y no solamente eso, sino que está penado. En algunas ciudades, como en la capital de México, incluso hay retenes policiacos para aplicar pruebas de alcoholemia. Esto ha disminuido el número de conductores borrachos salvando, así, muchas vidas inocentes.

El mismo argumento puede y debe aplicarse al tema de los cubrebocas. Esta prenda no es para proteger al individuo que la usa, sino para proteger a los demás. Si alguien está infectado de coronavirus, y no lo sabe porque es asintomático, la mejor manera de no infectar a otros es usando el cubrebocas. Un individuo irresponsable, de ésos que no pertenecen al pueblo sabio, como el diputadillo que se negó a usarlo en el Instituto Nacional Electoral, puede acabar contagiando a muchas personas y mandando a algunos a la tumba.

Por eso, como en el caso de la prohibición de conducir borracho, el gobierno debe prohibir que los ciudadanos sin cubrebocas estén en espacios públicos. Es lo mejor para todos. Es la manera de evitar que tontos irresponsables nos contagien. Al que no lo utiliza, hay que castigarlo, como ocurre con los conductores ebrios.

Con más de cien mil muertos por covid-19, quizá 300 mil en realidad, llegó la hora de que el gobierno deje la demagogia para otro momento y se ponga a gobernar. Si el uso del cubrebocas puede salvar vidas, ¿por qué no hacerlo obligatorio? Tan solo piense que esa vida puede ser la de usted.

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