El intento de Andrés Manuel López Obrador por cancelar al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) implica dejar a la sociedad a merced del gobierno y, de paso, cancelar la idea de que México es un país diverso y plural, en el que los retos y el futuro deben enfrentarse tomando en cuenta la opinión de todos, sin dejar a nadie fuera de ese debate al garantizar a cualquiera la posibilidad de conocer verdades sobre el actuar de los gobernantes.
El Inai no es el único órgano autónomo en la mira de AMLO. De hecho, para todo efecto práctico conviene asumir que hoy no hay institución a salvo del manifiesto impulso del tabasqueño por concentrar el poder, y cancelar todo contrapeso a su –es un decir– gobierno.
Si la intentona de Morena por interferir en la autonomía del Banco de México, que amenazante reposa en el Congreso de la Unión, abre la puerta a desastrosas consecuencias para la economía nacional, pues más allá de obligar al Banxico a comprar dólares de turbio origen le impone criterios en su balance contable, desaparecer el Inai debe ser considerado un atentado a la posibilidad no sólo de la obligada rendición de cuentas de cualquier ente oficial, sino a la mera noción de qué es realidad en un país polarizado, con medios de comunicación en crisis y en el que las redes sociales son manipuladas con facilidad.
Tras varias crisis, y demasiados muertos, la ciudadanía logró arrebatar al gobierno, primero, y dotar de credibilidad, después, la organización de los comicios. Y hoy –reitero, sin embargo, que sería un error dar por sentado al INE, vapuleado como es a menudo por López Obrador– la credibilidad de las elecciones no es un tema. Capturar al INE –al Trife de José Luis Vargas lo tienen cogido por el bolsillo… digo, por el pescuezo– significaría un retroceso histórico, y lo mismo se debe advertir, aunque resulte menos sencillo de ejemplificar, de la probabilidad de que en un futuro sea el gobierno federal el que decida unilateralmente qué y cómo informa a sus ciudadanos.
La transparencia, gestionada por el Ifai-INAI, permitió no sólo criticar las negligencias y excesos de los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, sino que impidió a esas administraciones –y a las de Javier y César Duarte (PRI), Emilio González Márquez y Guillermo Padrés (PAN), y en la capital a Mauricio Toledo y Víctor Romo (PRD), entre otras a nivel local– imponer, mediante gasto millonario en publicidad o mecanismos de coerción, una versión oficial única, y falsa, de la realidad. Porque el Sistema Nacional de Transparencia, que incluye al INAI, nos brinda la posibilidad de conocer hechos. Y, como lo expuso ayer en NYT el historiador Timothy Snyder al hablar de lo acontecido el miércoles en el Capitolio de EU, “sin acuerdo mutuo con respecto a hechos básicos, los ciudadanos serán incapaces de formar una sociedad que les permita defenderse. Si perdemos las instituciones que producen los hechos que son pertinentes para nosotros, entonces nos revolcaremos en abstracciones y ficciones atractivas. La verdad se defiende a sí misma pobremente cuando ésta escasea, y la era Trump –como la era de Vladimir Putin en Rusia– es una de declive en las noticias locales. Las redes sociales no son un sustituto: porque las RRSS potencian los hábitos mentales mediante los que buscamos estimulación emocional y confort, lo que implica perder la distinción entre lo que se siente verdadero y lo que en realidad es verdad”.
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