jueves 14 noviembre 2024

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por etcétera

La abundancia de satisfactores que tenemos en la época moderna, y su gran disponibilidad, nos hacen creer que se trata de algo normal, algo que siempre estará ahí. No es así. Aunque nuestra capacidad de asombro casi ha desaparecido, es poco menos que milagroso el que movamos un interruptor y encienda la luz, que vayamos a una tienda y encontremos amplio surtido de cualquier cosa que queramos, que incluso podamos hacerlo a través de internet.

Es cierto que no todos tenemos el mismo acceso a esa abundancia, pero hoy en día los más desfavorecidos tienen frente a sí posibilidades que hace pocas décadas no tenían incluso los más poderosos. En México, el Censo 2020 nos confirma cómo éstas habían seguido creciendo: 96% de las viviendas con piso firme, con agua potable; 88% con refrigerador, con celular; 73% con lavadora de ropa.

Pero la abundancia y disponibilidad, decíamos, no es algo garantizado. Quienes son jóvenes (o, mejor dicho, no tan viejos) no recuerdan la escasez de la década de los 80. Entre 1983 y 1987, de pronto no había azúcar, o leche en polvo, o papel de baño, o pasta de dientes. No había dólares, por cierto, ni muchas posibilidades de viajar. Y los electrónicos de la época eran cachivaches inservibles, pero producidos soberanamente en México.

Aunque no recuerden esos años, seguramente sí tienen memoria de los últimos dos. En ellos, hemos experimentado escasez en combustibles, medicinas, electricidad… sin razón alguna para ello.

En el primer mes de este gobierno se cometieron errores muy serios en el manejo de la producción de gasolina y las importaciones de petróleo y petrolíferos. Como resultado, nos quedamos sin suficiente gasolina, y en varias ciudades del país hubo que hacer colas de varias horas para llenar el tanque. Con la desfachatez que tiene, el Presidente inventó que era resultado de la lucha contra el robo y el crimen organizado. Con la simpleza conocida, el público lo creyó.

Desde mediados de 2019 se agotaron diversas claves de medicinas, especialmente en el servicio público. Nuevamente, se inventó que era resultado de la lucha contra la corrupción, y nuevamente lo creyeron. Frente a la pandemia, no hubo nunca disponibilidad de pruebas, ni se compró suficiente equipo de protección para el personal de salud. El encargado inventó que no era necesario, porque tenía un modelo de vigilancia epidemiológica llamado Centinela, que bastaba para controlar la enfermedad. También se lo creyeron. Para fines de 2020, la escasez de medicinas ha avanzado, y ya hay varias que no pueden conseguirse ni siquiera en el sector privado. Otra vez dicen que es por la lucha contra la corrupción. A inicios de 2021, no hay vacunas para Covid, y con toda tranquilidad inventan un sistema informático para que se anoten quienes desean la vacuna. Eso los mantendrá entretenidos un rato.

En 2020 hubo una contracción severa de la economía que redujo la demanda de energía. Gracias a ello no sufrimos nuevamente escasez de gasolina, porque la producción nacional fue la más baja en décadas. En electricidad, sin embargo, no tuvimos tanta suerte. A pesar de una demanda deprimida, el abasto no es suficiente, y empezamos a sufrir apagones. Ya dirán que fue un pastizal el que tiró el sistema eléctrico, o que la producción con energías alternas lo desequilibra, y les seguirán creyendo.

En dos años, sin causas externas, por incapacidad y sevicia, este gobierno ha provocado escasez en dos sectores de la mayor importancia: energía y salud. Ha ahuyentado la inversión e iniciado disputas con nuestros principales socios (Estados Unidos y España). Ha encubierto esas acciones con mentiras y engaños. Usted dirá cuántos años más.

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