Las consecuencias de lo hecho por el secretario Arturo Herrera ayer en la conferencia matutina son muy serias: se desdijo de la convocatoria a usar cubrebocas.
Hay momentos, únicos y por lo general irrepetibles, que un gesto de dignidad eleva a una persona para siempre. No lo tuvo el titular de Hacienda.
Fiel a su costumbre, el Presidente lo trató mal en público. Y como lo ha hecho en repetidas ocasiones, el secretario agachó la cabeza y cambió de opinión.
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Con toda razón Arturo Herrera, convaleciente de Covid, apareció en una videoconferencia el martes y, cubrebocas en mano, llamó a usarlo para evitar contagios y de esa manera ayudar a la reactivación de la economía.
Felicitó a los industriales, con quienes hablaba, por utilizarlo.
Era una obviedad. Vemos a los países asiáticos con su economía en recuperación, y absolutamente toda la gente trae cubrebocas.
Ayer en Palacio Nacional el presidente López lo desautorizó delante del país: “Creo que está muy desproporcionado (lo dicho por el secretario de Hacienda). Si el cubrebocas fuese una opción para la reactivación de la economía me lo pongo de inmediato, pero no es así”.
El secretario respondió y no se sostuvo, sino que dio una penosa cabriola de reversa. Ni siquiera recurrió al irónico “y sin embargo se mueve”, como Galileo ante la Inquisición.
Señaló que lo del cubrebocas había sido “una analogía para decir que nos vamos a tener que reorganizar a través de mecanismos distintos para regresar a la normalidad y a la recuperación”.
Si no fuera algo tan lamentable, cerraríamos la respuesta de Arturo Herrera a López Obrador con una breve cita de Condorito: ¡Plop!
Lo que desautorizó el presidente –además de hacerlo al secretario Herrera–, es el uso del cubrebocas.
“No es opción”. ¿De dónde saca eso? López-Gatell, no hay más.
A todos los presidentes los cambia el poder, pero de los ocho que he visto en mi vida profesional ninguno trata tan mal a sus colaboradores como el actual.
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