Todo indica que hay nubarrones sobre Peña Nieto y Luis Videgaray. Quienes fueron beneficiados de sus puestos y decisiones son ahora sus acusadores. El peñanietismo, queda claro, no fue un grupo compacto en lo político, sino una simple unión de intereses de chambas y beneficios. Y digo que queda claro ahora por las acusaciones judiciales de los últimos meses… y de los que vienen. La decisión de Rosario Robles, de acogerse al “criterio de oportunidad”, es la señal de que, si hubo grupo fue durante lo que duró el sexenio, pasadas las elecciones de 2018 cada uno se rasca con sus uñas.
El conocido criterio de oportunidad se ha convertido en una tabla de salvación para los que cometieron actos de corrupción. Basta denunciar al jefe para no recibir castigo. Es el caso de Emilio Zebadúa y de Emilio Lozoya. A pesar de tener estudios, de dárselas de políticos de altos vuelos, ahora resulta que son inocentes palomitas que lucharon por la democracia, la rendición de cuentas y que trataron de ser impolutos ante un ambiente lleno de bandidaje y degenere que estaba muy lejos de sus principios y buena fe. Ellos eran buenos, sus jefes eran malos. Pobres. Tantos estudios, tanto roce internacional para terminar obedeciendo caciques antidemocráticos. La vida es dura.
Que Rosario Robles, quien lleva meses en la cárcel, haya decidido formarse en las filas de la delación, es la cereza del pastel para López Obrador, que ve pasar a sus enemigos destruirse a sí mismos. Si hubiese un pacto entre Peña y López Obrador, lo han deshecho los peñistas. AMLO no puede defender a Peña si son sus propios subordinados los que lo empinan. Cabrá perfectamente el “yo no fui”, fueron los tuyos.
El “criterio de oportunidad” fue diseñado para obtener información y que el informante tuviera una rebaja en su condena, no para darle libertad por delatar a sus compañeros de fechorías. En eso estamos. Se supone que alguien que cometió delitos puede obtener beneficios a su condena si da información, pero aquí le dan la libertad a cambio. Eso no está bien. Uno de los contrasentidos de la aplicación que se le está dando al criterio de oportunidad es el caso de Lozoya: él goza de libertad, mientras su madre tiene arresto domiciliario por las fechorías de ¡su hijo!
No sabemos qué vaya a decir Rosario Robles, pero ella está en la cárcel, mientras sus compañeros de tranzas gozan de libertad y amenazan con acusarla. Es la única que ha pagado con el encarcelamiento –qué raro, es mujer–, mientras los otros gozan de amparos y protección de la autoridad. No le queda de otra más que sumarse al hundimiento de su propio equipo, porque de todos ellos es la única que está pagando en el reclusorio.
Lo que viene es sabido: las acusaciones sobre Peña, Videgaray, Chong y el que se ofrezca. Lo peor es que no estamos ante la debacle de un sistema –con AMLO están Bartlett, Ovalle y demás–, sino ante el final de un equipo que no supo ser gobierno, en el que no hubo compañeros y en el que queda solamente “sálvese quien pueda”.
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