22-01-2025

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México es uno de los países que peor ha enfrentado la pandemia. Se encuentra en el cuarto lugar en muertes por 100,000 habitantes entre los 20 países más afectados actualmente, un lugar adelante de Estados Unidos. Y eso que tenemos un claro subregistro de los decesos por Covid-19. Por el lado del desempeño económico, en América Latina, según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2020 solo Perú, Argentina, Ecuador y Venezuela decrecerán aún más que México.

Comparto lo dicho por AMLO el jueves pasado: “Los errores en política son como crímenes”. En este caso los crímenes se cuentan en muertos y pobres. Si se tiene todo el poder, la responsabilidad es aún mayor.

AMLO es bueno para el micrófono, pero malo para la ejecución de tareas básicas. Con datos de Fausto Barajas, quien fuera subsecretario de Infraestructura de la SCT durante el gobierno de Calderón, el año pasado el gobierno federal construyó 119 kms de carreteras. Este año serán 63 kms. El gobierno de Peña Nieto construyó en promedio 1,509 kms por año. El de Calderón, 3,624 ( https://bit.ly/3e9TEcY ).

La incompetencia obedece a múltiples razones. En ocasiones la causa es priorizar objetivos políticos, sin medir ni prever las consecuencias. AMLO tiene un pleito con la empresa Pisa, por presunta corrupción. Le han impuesto una sanción administrativa por un problema en un contrato. No puede ya ser proveedor del gobierno. Ahora escasea la anestesia, crucial para intubar un paciente, siendo PISA el principal proveedor de ésta en el país.

En una democracia debe haber un premio para los gobernantes eficaces y un castigo para los incompetentes. Las encuestas muestran que AMLO no enfrenta tal castigo. La aprobación presidencial ha estado mejorando en los últimos meses.

Son varias las razones de ello: su increíble capacidad de conectar con los más pobres, el dinero que les manda, una oposición fragmentada y el estar en campaña permanente a través de su mañanera. La propia pandemia hace mucho más difícil organizarse políticamente a los afectados por las decisiones de AMLO.

La prueba de fuego en una democracia son las elecciones. Ya lo veremos el año entrante. Pero hoy AMLO no tiene restricciones ante la opinión pública de una mayoría de mexicanos. Al poder hacer su voluntad sin pagar costos, no corrige sus errores.

Caso ejemplar de un fracaso sin costos es la gestión de Alfonso Durazo al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Ahora buscará la gubernatura de Sonora. Se despidió con esta gran frase: “Históricamente, había zonas administradas y hasta gobernadas por el crimen organizado. Eso se acabó”. ¿De veras lo cree? Aprendió de su jefe: no cuesta mentir. Cinco meses antes del inicio de la actual administración, Durazo prometió que a la mitad del sexenio México tendría niveles de inseguridad similares a los de los países de la OCDE. ¿El electorado en su estado lo va a elegir sólo porque su nombre es conocido?

Sin restricciones el poder se desborda. En la disputa con 10 gobernadores en torno a los recursos fiscales para el año entrante, en lugar de buscar una negociación, los retó a que le preguntaran a la gente de su estado si desean permanecer en el pacto federal, salida que nunca plantearon los gobernadores.

Los gobernadores aceptaron el reto, pero en sus términos. Enrique Alfaro lo puso así: “Vamos a iniciar ya este proceso de consulta y le vamos a preguntar a los ciudadanos de Jalisco si estamos dispuestos a mantener una relación en la cual Jalisco aporta muchísimo a la Federación y lo que recibe son malos tratos, groserías y desdenes”.

Si la oposición llega a la elección del año entrante con ese dilema ante su elector, tiene más probabilidades de frenar a Morena. Paradójicamente puede ser para el bien de AMLO. Tendría mayores restricciones. Hoy, sin ellas, no ha gobernado con el objetivo de proteger el bienestar de los mexicanos. Empezando por su salud. De nada les sirve una ofrenda de muertos.

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