No, no, y no. Eso dijeron las mujeres feministas chilenas en 2018. La Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados del país sudamericano propuso renovar el Aeropuerto Internacional de Santiago Arturo Merino, cambiarle el nombre: “Queremos que cuando los extranjeros pisen suelo chileno, lo primero que vean sea el nombre del poeta Pablo Neruda”, argumentaron en aquel entonces.
Pablo Neruda, el gran poeta, el Premio Nobel de Literatura. Ese mismo Pablo que, en sus memorias, admitió haber violado a una mujer: “Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo dormida sobre mi cama (…) El encuentro fue el del hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia…”, se lee en ese pequeño y confesional, pero atroz pasaje de Confieso que he vivido (Ed. Seix Barral, 1974).
¿Cómo era posible que el Aeropuerto Internacional de Chile llevara el nombre de este laureado, sí, muy laureado poeta, si él mismo había confesado haber ultrajado a una mujer?, se preguntaron todas las mujeres feministas de ese país.
Y así estuvo el debate durante un par de meses allá, en Santiago. Finalmente, la terminal aérea conservó su nombre, el de un prócer de la aviación, no el del Nobel.
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Aquí en México, Félix Salgado Macedonio, un hombre que ni siquiera puede presumir esas glorias literarias ni ninguna otra, en realidad, pretende ser gobernador de un estado. Un estado que, por cierto, cuenta hoy con doble alerta de género por violencia ejercida contra las mujeres, Guerrero, donde entre enero y noviembre de 2020, 138 fueron asesinadas según datos oficiales. Por supuesto, Guerrero, uno de los estados más pobres del país, convertido en un botín político, siempre lo ha sido.
Félix Salgado Macedonio, con cinco acusaciones de violación, se aferra a convertirse en gobernador, aun en contra de la ley y del rechazo de tantas mujeres, incluso al interior de Morena, su partido político.
En un país donde el feminicidio se cuenta con número de dos dígitos cada día y, en donde quien debería ser el garante de que así no fuera, el titular del Ejecutivo, pues, por supuesto que Salgado Macedonio se siente en tierra fértil y próspera para continuar con sus propios proyectos políticos.
A Félix Salgado Macedonio no lo detiene la ley, pero tampoco lo detiene el Presidente, no lo detiene su partido, ¿por qué habrían de detenerlo las mujeres, si él ha abusado de ellas siempre? ¿Por qué no? ¿Por qué no ultrajarlas nuevamente?
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Bien escribió Pablo Neruda “hacía bien en despreciarme…”, cuando narró aquella violación en sus memorias y por la que tantos años después no le pusieron su nombre a un aeropuerto.
Así, haríamos bien en México despreciando a Félix Salgado Macedonio, ese personaje al que sólo conocemos como uno que desprecia a la ley y a las mujeres.
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