La propaganda es tan vieja como la política. Los gobernantes siempre tratan de manipular la verdad con el fin de ganarse el apoyo de la población. La vacunación en contra del covid-19 ofrece al gobierno mexicano, y los partidos que lo apoyan, una excelente oportunidad para realizar un ejercicio propagandístico, sobre todo en víspera de las elecciones intermedias de este año.
Desde luego que ningún gobierno debería lucrar con un bien público como es la vacuna de una pandemia que ha dejado más de 150 mil muertos en México en las cifras oficiales. Pero seamos realistas. Yo todavía quiero conocer al político mexicano dispuesto a desaprovechar la magnífica ocasión de ganar votos a cambio de un proceso de vacunación eficaz.
Pero aquí hay un matiz importante. Una cosa es que el gobierno lleve a cabo el proceso de inoculación de manera rápida, segura y efectiva, y otra es el engaño. Lo primero yo lo aplaudiría. Me encantaría ver que el gobierno incrementara su popularidad y Morena subiera en las intenciones de voto como resultado de la aplicación masiva y expedita de la vacuna del covid-19 a una gran mayoría de mexicanos. Lo segundo es inadmisible.
Y me temo que es lo que está ocurriendo. Mucho presume el gobierno de la vacunación, pero cada vez es más evidente que tienen un “pequeñito” problema: no tienen las vacunas. O, para ser más preciso, han llegado muy pocas dosis al país.
Al 24 de enero, el gobierno federal (que por lo pronto es el único que puede importar las moléculas) había inoculado a 630 mil personas, el 0.5% de la población nacional. No es nada tomando en cuenta que las primeras vacunas llegaron hace un mes. Ni siquiera se ha logrado inocular a todo el personal médico, de enfermería y apoyo sanitario del país. De hecho, se han girado instrucciones para vacunar a los llamados “servidores de la nación”, es decir, los operadores electorales de este gobierno que dizque acompañan a las brigadas de vacunación. También se ha procedido a vacunar a los maestros de Campeche, un estado con pocos contagios, bajo el absurdo argumento de que así van a poder regresar los niños campechanos a clases presenciales.
Es ridículo porque lo prioritario debería ser la inoculación generalizada de todo el personal sanitario, no sólo porque se lo merecen, sino porque siguen atendiendo a los enfermos de covid-19. Y luego tendría que vacunarse a la población con mayores tasas de letalidad: adultos mayores y personas con comorbilidades en los grandes focos de infección como la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Pero no, aquí en México están vacunando a jóvenes encargados de gestionar programas sociales y maestros de un estado con pocas infecciones.
Me comenta una señora de 76 años que, el otro día, la llamaron a su celular. Una señorita dijo que hablaba de parte del “gobierno federal”. Le preguntó si se llamaba como se llama, si tenía la edad que tiene y si estaba dispuesta ponerse la vacuna en contra del covid-19 en un centro de vacunación “para ponerla en la lista”. La señora contestó que sí. “Bueno, pues ya está usted en la lista. Le llamamos en febrero para informarle dónde presentarse”.
La señora quedó muy contenta e ilusionada. Hasta que habló con una amiga que le comentó que su vecino había recibido una llamada semejante. Supuestamente el señor había investigado y el gobierno no estaba haciendo este tipo de llamadas. Para él, eran falsas, quizá un intento de extorsión.
La señora se desilusionó y me preguntó cuál era la verdad. Yo no tengo idea porque este gobierno no ha comunicado bien si tiene o no un plan de vacunación y cómo se realizará. Todas son bandazos y promesas. Que ya vienen más de Pfizer, que no porque las donamos a países pobres, pero se están produciendo las de AstraZeneca y, ahora, Rusia enviará 24 millones de Sputnik V, una molécula que todavía no aprueba la Cofepris en nuestro país.
En suma, muchas palabras, pocas acciones: el sello del gobierno lopezobradorista. Vender una realidad inexistente. Propaganda sin resultados que la sostengan.
Insisto: yo no tendría ningún problema si utilizaran el proceso eficaz de vacunación para ganarse el voto de la gente. Ésa es una práctica saludable y correcta en una democracia. La de un gobierno que da resultados. La otra, basada en puras mentiras, es inmoral y, al final de día, improductiva. La gente no es tonta. La pueden engañar una, dos, tres veces, pero llega el momento en que se dan cuenta de que, como la fábula de Pedro y el lobo, no existe el lobo. En este caso, las vacunas.
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