En las dos décadas en las que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha sido un personaje central de la política nacional, hemos atestiguado cómo su círculo más íntimo ha sido descubierto con portafolios, ligas, bolsas y sobres llenos de dinero en efectivo.
Ante tanta evidencia, AMLO no ha tenido empacho en seguirse promocionando como un adalid anticorrupción: “Hay aves que pasan el pantano y no se manchan; mi plumaje es de esos”, dijo la semana pasada. Su plumaje está manchado. Y cada vez más.
Es muy fácil castigar a los enemigos corruptos. Lo difícil, lo que muestra a un estadista, es castigar a los amigos corruptos. En estos días, AMLO demostró que escogió la ruta fácil. Desperdició la oportunidad de legitimar su lucha anticorrupción y optó por dejarla al nivel de una revancha político-electoral.