Al ex embajador de México en Argentina, Ricardo Valero, se le extirpó un tumor cerebral en 2012 y desde hace por lo menos año y medio sus síntomas habían vuelto, a pesar de lo cual el gobierno de Andrés Manuel López Obrador le dio el cargo. Todo indica que el canciller Marcelo Ebrard no tenía idea de la condición de salud del ex embajador, lo cual habla de un enorme descuido.
El actual gobierno tiene un año en funciones, lo cual significa que cuando Valero fue nombrado sus síntomas ya estaban de regreso. Ello indica que, o no informó de su condición y se le solapó esa falta, o lo informó y tanto el presidente como el canciller Marcelo Ebrard le quitaron importancia.
El síndrome que padece el embajador (que provoca acciones impulsivas y disminución del juicio) pone de manifiesto la enorme importancia de que los servidores públicos informen de su estado de salud y que a partir de su condición física se evalúe qué tan aptos están para desempeñar un cargo.
Este domingo, medios de comunicación argentinos informaron que el 10 de diciembre pasado, el mismo día que Valero tomó un vuelo de regreso a México, se le sorprendió tratando de robar una camiseta en una de las tiendas del aeropuerto. Tal como ocurrió con el hurto del libro, el suceso no saltó de inmediato a los medios, debido a la inmunidad diplomática de que gozaba.
El 17 de diciembre, la esposa de Valero hizo público un diagnóstico médico firmado por la doctora Ana Luisa Sosa Ortiz, en el que se asienta que luego de que se le extirpara un tumor cerebral en 2012, el ex diplomático ha estado presentando “en forma gradual una reactivación del síndrome frontal, la cual se ha agudizado gradualmente en el último año y medio”.
“La evolución del síndrome frontal señalado, se expresa en impulsividad involuntaria y deterioro del juicio, lo que puede ocasionar francas alteraciones de la conducta aún cuando otras funciones cognitivas se realizan con aparente normalidad”, dice el informe.
El domingo 22 de diciembre, Ebrard informó de que Valero presentó ya su renuncia y señaló que el ex funcionario padece un mal neurológico que se encuentra bajo tratamiento. Sin embargo, el canciller nunca habló de ese padecimiento el 9 de diciembre, cuando ordenó el regreso de Valero a México. De hecho, se expresó con mucha severidad respecto a la posible deshonestidad del embajador.
Este lunes, el mandatario dijo que la situación de Valero es algo “muy doloroso”. Antes, cuando se dio a conocer del hurto del libro, López Obrador pidió no hacer linchamientos.
El propio López Obrador ha sido el primero en negarse a transparentar su estado de salud. A pesar de que admite que tuvo un infarto en 2016, no habla de otros padecimientos y se limita a decir que se encuentra “al cien”.
No es menor el tema de la salud de los funcionarios públicos en un gobierno que está compuesto en su gran mayoría por funcionarios de edad avanzada.
Desde la campaña presidencial de 2018, etcétera ha hecho repetidos llamamientos al presidente López Obrador para que informe de su estado de salud. Se ha negado. El propio López Obrador dijo que los presidentes deben informar sobre ello, pero lo hizo cuando en el sexenio pasado surgió el rumor de que Enrique Peña Nieto sufría cáncer, lo cual a la postre resultó falso.
En ese momento, el entonces aspirante a la presidencia exigió a Peña informar sobre su estado de salud. Ahora que él gobierna, se niega tajantemente a presentar informes médicos.
Información que etcétera obtuvo de manera confidencial el 2018, señala que además de la cardiopatía que es conocida, López Obrador ha tenido problemas renales y se le medica con una sustancia llamada quetiapina, que además de servir para controlar dolores intensos de columna, también es un antipsicótico.
También en 2018, el periodista Pablo Hiriart reveló que AMLO tiene un padecimiento muy grave de columna y cuello y que se ha negado siempre a una cirugía. Ese padecimiento es el que le hace medicarse con quetiapina.
Asimismo, una investigación de etcétera sobre estudios médicos informó que los padecimientos graves de columna provocan pérdida de materia cerebral. Todo ello se dio a conocer, insistiendo al presidente que revelara su condición médica. No hubo jamás respuesta.
Ahora, lo ocurrido con el ex embajador Valero reabre el tema acerca de la obligación de los funcionarios públicos de transparentar a la ciudadanía su estado de salud.