Pese a su aquiescencia con las posturas del presidente Andrés Manuel López Obrador, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, hoy ministro renunciante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), siempre pretendió presumir su independencia y autonomía al reclamarlas para la institución, lo cual no se sostenía ni mucho menos ahora, cuando presume su cercanía con Claudia Sheinbaum.
Quien se suponía que era un ministro progresista en el Poder Judicial de la Federación (PJF) desde antes del inicio del gobierno de López Obrador, pasadas las elecciones dejó muy claro que asumiría de manera muy acrítica el discurso del nuevo poder.
Así, en septiembre de 2018, prácticamente dos meses después de los comicios, Zaldívar publicó en Milenio un artículo, titulado “La Suprema Corte ante el mensaje de las urnas”, en el que dejó ver que hacía suya la narrativa de López Obrador. Así, llamaba a luchar contra los privilegios, la corrupción y la desigualdad, y a obtener la paz.
“Considero —como lo he venido sosteniendo desde hace tiempo— que los juzgadores, y particularmente la Suprema Corte, debemos hacer una profunda labor de autocrítica. Debemos preguntarnos por qué no hemos sido capaces de ganarnos la plena confianza de la sociedad —principal fuente de nuestra legitimidad— y, partiendo del presupuesto básico de nuestra independencia como poder del Estado, debemos reflexionar sobre lo que nos falta por hacer y acusar recibo de los mensajes de las urnas: acabar con los privilegios y la corrupción, pacificar al país y erradicar las desigualdades”.
Con ello abrió una serie de coincidencias con el presidente y sus propuestas, por descabelladas que sonaran, que no se han detenido hasta ahora, sino al contrario. De esa forma y para no hacer una larga lista, es necesario recordar que cuando López Obrador propuso hacer elecciones para que el pueblo pueda escoger a los ministros de la SCJN, en una sesión de este órgano en junio de 2023, Zaldívar alegó la falta de legitimidad democrática de los ministros para enmendarles la plana a los legisladores.
“Nosotros no somos elegidos democráticamente, de tal suerte que el sustento de nuestras decisiones tiene que estar en la Constitución, y solamente cuando se afecta el debate democrático o las leyes esenciales del procedimiento me parece que nos es dable invalidar un procedimiento legislativo”, arguyó.
Zaldívar remató: “De lo contrario, desde mi punto de vista, creo que estamos en una cuestión de cuestionable legitimidad democrática y de afectación a la división de poderes”.
Prácticamente era una reafirmación de las argucias de López Obrador sobre el tema.
Sin embargo, pese a ello Zaldívar hizo gala de sus acciones al frente del SCJN y presumió lo siguiente, a mes y medio de dejar la presidencia del máximo tribunal: “Hemos hecho lo correcto: hemos defendido en los hechos al Poder Judicial Federal. Entrego un Poder Judicial renovado, independiente y autónomo como se demuestra con las sentencias que se emiten por los jueces”.
Según él, mantuvo un diálogo constructivo con los otros poderes del Estado y el Poder Judicial mostró su disposición a transformarse, con lo cual se superó el clima social y político hostil.
Antes, en septiembre, en entrevista con El Economista, Zaldívar se refirió a una campaña de desprestigio contra la SCJN y el PJF; pero no se trataba de la que había enderezado con frecuencia López Obrador, sino otra que señalaba que “la Corte no es autónoma, que la Corte está sometida, que el Poder Judicial ya no es independiente”.
Además, agregó que la SCJN no era opositora ni tampoco oficina de gobierno, sino “un poder equilibrador, defensor de la Constitución y loa derechos humanos”.
En abril de 2021, tras la aprobación por el Congreso de la reforma al PJF que él había impulsado, Zaldívar escribió: “Reitero que seguiré cumpliendo con mi compromiso con la justicia que he defendido durante toda mi trayectoria. Es a través de las sentencias como las personas juzgadoras debemos y esperamos ser evaluadas. Asimismo, seguiré defendiendo la independencia y autonomía del PJF y de todas las juzgadoras y juzgadores federales tanto de críticas del Poder Formal como de los poderes fácticos”.
En vísperas de que acabara el periodo de Zaldívar como ministro presidente de la SCJN, Juan Jesús Garzo Onofre publicó un lapidario análisis de su gestión, al que tituló “Arturo Zaldívar: un político con toga”, en el que mostró su alineamiento con las políticas del gobierno.
“(…) Ese supuesto diálogo independiente no sería otra cosa que un eufemismo para tomar decisiones complacientes con el gobierno obradorista. Sus posiciones y votos hablan por sí solos y dejan constancia de la profunda discrepancia entre sus dichos y los hechos. Los ejemplos son tan variados como bochornosos: desde su patético papel al salvar la consulta popular para juzgar a los expresidentes, pasando por la manipulación de la votación en la impugnación de la Ley de la Industria Eléctrica, hasta los más recientes en materia de prisión preventiva oficiosa, donde una inusual pureza interpretativa de Zaldívar permitió que no se terminara una figura que viola derechos humanos. No cabe la menor duda: Zaldívar se equivoca si cree que el pan y el circo de Tiktok bastan para pasar a la historia como el ministro presidente que finalmente transformó la justicia en México”, escribió Garza Onofre.
Además, criticó el personalismo de Zaldívar al ejercer la presidencia del máximo tribunal, lo que lo emparenta con el tabasqueño: “Esa, precisamente, es una de las principales críticas que es posible hacer a su mandato: la combinación de sus ánimos personalistas y sus discursos populistas en aras de ostentarse como el único ungido capaz de poder llevar una buena relación política con López Obrador. Menospreciando la institucionalidad y colegialidad, Zaldívar olvidó por completo la opinión y el lugar de sus pares, intentando que la voz del ministro presidente fuera la de la Suprema Corte”.
La indignidad como lealtad
En octubre de 2019, en su cuenta de Twitter, Zaldívar se refirió a las renuncias a la SCJN hasta la reforma de 1994, y registró como lo más parecido el “retiro voluntario” de un ministro (el dato le fue corregido porque dos sí habían renunciado, en 1991 y 1994), pero aclaró que “era una Corte que jugaba un papel de menor relevancia”.
Añadió entonces: “En aquella época era común que los ministros salieran de la Corte para ocupar otros cargos. Lo que demuestra la menor relevancia de la Corte anterior. Esto ya no sucede. No me refería a esos supuestos. Sino a una renuncia o retiro voluntario liso y llano. Gracias por el aporte”, escribió ante la aclaración que le hicieron.
Ahora, con una Corte que juega un papel de mayor relevancia (incluso a pesar suyo), Zaldívar presenta su renuncia sin mencionar la causa grave que exige la Constitución. Y aún más: para que no quepa duda del motivo de su renuncia, de inmediato aparece en una fotografía al lado de la virtual candidata presidencial del oficialismo.
“Me reuní con Arturo Zaldívar (@ArturoZaldivarL) acordamos trabajar juntos para avanzar en la transformación del país”, escribió la morenista Claudia Sheinbaum arriba de la fotografía en la que aparece al lado del aún ministro. Es la consumación del tránsito de este a la “transformación”, como lo enunció muy claramente desde septiembre de 2018.
Uno de los más severos juicios sobre Zaldívar ha sido el de Jesús Silva-Herzog Márzquez: “El tictoquero que presidió la Corte es quizá el ejemplo más grotesco del lacayismo de nuestros días. Entregarle la inteligencia, el pudor y los votos al caudillo para terminar una carrera judicial convertido en propaganda del circo mañanero. Es el ejemplo más grosero de lacayismo porque ante los ojos de todo mundo ha abandonado los principios que alguna vez defendió para entregar su palabra y su razón a la causa del poder. Lo es también porque se acompaña de una ridícula necesidad de captar la atención de la gente, de hacerse chistoso, de aparentar frescura y de creerse simpático, mientras destaza la lógica y la decencia para regalarle votos al Presidente que tanto admira e imita. Arturo Zaldívar es el ejemplo más triste de claudicación ética que impone el autócrata. El resentimiento, la obsecuencia y la ambición han sido sus impulsos. Por eso ha tratado de mimetizarse con el régimen, ofreciendo coartadas al capricho presidencial”.
Concluyó el académico: “El populismo con el que está dispuesto a identificarse el ministro-creador de contenido cultiva lacayos. La indignidad es requisito de lealtad”.
Pero no todo es pérdida para Zaldívar: López Obrador le ha dedicado bonitas palabras ya que, como dice, “amor con amor se paga”. Así, en noviembre de 2022 el tabasqueño dijo tener la mejor opinión de él, le llamó “hombre recto”, “una buena persona” y “gente íntegra”.
Y López Obrador recordó que, cuando el caso del desafuero, le tocó padecer a la Corte encabezada por Azuela, ministros que “eran empleados del presidente”.
¡Cuánta nostalgia!