Alguna vez en mis años mozos y cuando aún portaba una cabellera envidiable se presentó en casa de mi novia su abuelita, una anciana encantadora que no entendía nada o por lo menos eso pensé yo cuando me dijo: “Pedro Moreno” mientras extendía la mano. Contesté, acostumbrado por la vida a las confusiones que genera mi nombre, “No señora, Fedro Guillén”, la réplica fue devastadora; “No, joven, Pedro Moreno 72, ahí tiene usted su casa”. Todavía me estoy riendo.
He vivido confundió la mayor parte de mi vida, porque confuso es que mi maestro de Geografía de la secundaria muriera creyendo que la capital de España es Barcelona o que un servidor pasara varios años de mi vida en la confusión hasta que llegó el muy embarazosos momento en que averigüé que la ciudad de Dolores no está en Hidalgo, nomás así se llama. Sin embargo el no va más fue cuando intenté seducir a mi ahora amiga Eunice durante tres horas; yo la veía a ella, ella al techo y un señor fijamente a los ojos de un servidor. Pasadas las tres horas una persona a la que nunca dejaré de agradecerle se acercó y me susurró al oído: “pendejo, es su esposo”.
Le cuento todo esto, querido lector, para dar paso a otra serie de confusiones que me persiguen co-mo faunos a doncellas y que hacen de mi vida un infierno aunque a la gente que me rodea les parezcan pintorescas lo cual me lleva a pensar que para variar no entienden nada de nada. Mes con mes, dado mi natural distraído, le he pedido a mis amigos de etcétera que me envíen un recordatorio de cuándo debo mandar mi colaboración porque mis tres neuronas están ocupadas pensando en el impuesto sobre la renta. Lo hacen amablemente y de muy buena manera. Cada tanto recibo un correo de una señorita (o por lo menos eso imagino, dado que no la conozco) con un nombre teatral: “Daniela Blas” que envía textos como el siguiente: Buenas tardes señor Fedro: De parte del área de redacción, para solicitarle su texto lo más pronto posible, porque ya nos encontramos preparando la edición especial del 15 aniversario. Fecha límite de entrega 8 de octubre. Saludos cordiales… Ana Lilia Morales. Bien, como puede apreciarse es un caso de Jekyll y Hyde y podríamos proponer algunas hipótesis: a) a Ana Lilia le gustaría llamarse Daniela b) Morales es un apellido que se presta menos al equívoco que Blas y c) Me juega una broma. No importa, como he dicho mi corresponsal me cae muy bien y estoy seguro que algún día la conoceré para desentrañar el misterio de su nombre.
Lo anterior me lleva a lo siguiente, si usted es un lector atento verá que en el cuerpo del texto la señorita ¿señora? Blas ¿Andrade?, me indica que la revista se apresta a celebrar su 15 aniversario cosa que me deja como las estatuas de marfil ya que en mis cuentas tengo más años escribiendo ahí que las neuronas de Carmelita Salinas (que tiene 14).
Confusiones.
Llegué a etcétera cuando era comandada por el insigne Raúl Trejo Delarbre un señor al que yo veía con muchísimo respeto dada mi condición de alcornoque intelectual. He pasado de los mejores momentos escriturales todos estos años. La estafeta la tomó mi amigo Marco Levario que con tenacidad de galeote saca adelante este consolidado ejemplo (no me incluyo desde luego) de rigor, sensatez y calidad periodística. Recuerdo que durante años me hice cargo de una sección de ciencia, recuerdo también que etcétera fue mi espacio natural
después del pleito apocalíptico con Roura al que, desde luego, le mando una saludo, pero lo que más recuerdo eran los cocteles en los que no se abrió la tierra para tragarnos después de la ingesta etílica por uno de esos misterios que siembran dudas espirituales.
Larga vida a etcétera que cumple ¿15? años a Daniela ¿Ana Lilia? En fin la única certeza que tengo es que hoy es 8 de octubre y es el momento de mandar mi texto.
Salud, revolución y fueros