El agua es vida. Tres cuartas partes de la superficie terrestre son agua -de ahí que quizá sería conveniente modificar el nombre del planeta-. Los seres humanos replican esta realidad: en más de un 70% son agua. Este líquido, por lo tanto, es esencial para la vida. La obsesión de las investigaciones en torno al espacio exterior es conocida: se busca agua en asteroides, planetas o planetoides. El descubrimiento de agua en Marte ha sido una noticia celebrada en todos lados: no sólo permite identificar los lugares en que podrían asentarse colonias humanas. Si el agua es descompuesta molecularmente, posibilitaría igualmente generar combustible in situ, lo que evitaría los costosos y larguísimos viajes de ida y vuelta desde y hacia la Tierra en la conquista del espacio.
Antoine de Saint-Exupéry escribía en Tierra de hombres, a propósito del agua: “Agua, tú no tienes ni gusto, ni color, ni aroma, no se te puede definir, se te gusta sin conocerte. No eres necesaria para la vida: eres la vida misma. Nos penetras de un placer que no se explica por los sentidos. Contigo vuelven a nosotros todos los poderes a que habíamos renunciado. Por tu gracia se abren en nosotros todas las fuentes secas de nuestro corazón. Eres la mayor riqueza que puede haber en el mundo, y eres también la más delicada, tú, tan pura en el vientre de la tierra. Se puede morir sobre una fuente de agua magnesiada. Se puede morir a dos pasos de un lago salado. Se puede morir a pesar de dos litros de rocío que contienen en suspensión algunas sales. Tú no aceptas mezclas, no soportas alteración, eres una divinidad espantadiza… Pero tú difundes en nosotros una felicidad infinitamente simple”.
¿Qué sería del mundo sin agua? La respuesta más sencilla es que, seguramente, la vida no existiría en la Tierra o, en el mejor de los casos, sus habitantes lo pasarían muy mal. Los recursos naturales -igual que otras tantas cosas en la vida- son valorados en ausencia, no cuando están disponibles. Y con el agua, así ocurre. Millones de personas en todo el globo terráqueo carecen del vital líquido. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que 844 millones de personas no tienen acceso a agua potable en el planeta. Asimismo, 2 mil 300 millones de personas no tienen acceso a saneamiento (excusados, grifos, etcétera). Por si fuera poco, se calcula que el 31% de las escuelas no tienen acceso a agua potable. La escasez de agua o bien la disponibilidad de agua no apta para el consumo humano, no es buena consejera: las mismas fuentes señalan que cada minuto muere un recién nacido por infecciones que emanan de la falta de agua limpia.
La Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) proporciona datos reveladores: la disponibilidad de agua promedio anual en el mundo es de aproximadamente mil 386 millones de km³, de los cuales el 97. 5% es agua salada y sólo el 2. 5%, es decir 35 millones de km³, es agua dulce. De esta cantidad casi el 70% no está disponible para consumo humano debido a que se encuentra en forma de glaciares, nieve o hielo. Del agua que técnicamente está disponible para consumo humano, sólo una pequeña porción se encuentra en lagos, ríos, humedad del suelo y depósitos subterráneos relativamente poco profundos, cuya renovación es producto de la infiltración. Mucha de esta agua teóricamente utilizable se encuentra lejos de las zonas pobladas, lo cual dificulta o encarece su utilización efectiva. Si bien existen mecanismos para desalinizar el agua, sus costos y accesibilidad, sobre todo para las comunidades más marginas del orbe, los hacen inviables.
De cara a estas cifras cabe preguntar: ¿de quién es la responsabilidad de proveer agua a las sociedades? ¿Del Estado? ¿Del sector privado? Los recursos hídricos están desigualmente distribuidos en el mundo. A ello se suma un acceso al vital líquido diferenciado, no sólo tomando en cuenta las disparidades imperantes entre los países en desarrollo y los desarrollados, sino también dentro de los propios países, donde hay comunidades a las que les está vedado contar con recursos hídricos para sus necesidades más elementales.
Ante la situación descrita y reconociendo la importancia del vital líquido para las sociedades, el 28 de julio de 2010, la Asamblea General de la ONU en su resolución 64/292 reconoció el derecho humano al agua y al saneamiento. Así el agua es un derecho humano y, por lo mismo, debe reunir las siguientes características, a saber:
- El abastecimiento de agua por persona debe ser suficiente y continuo para el uso personal y doméstico. Estos usos incluyen de forma general el agua de beber, el saneamiento personal, la preparación de alimentos, la limpieza del hogar y la higiene personal. De acuerdo con la OMS, son necesarios entre 50 y 100 litros de agua por persona al día para garantizar que se cubren las necesidades más básicas.
- El agua necesaria, tanto para el uso personal como doméstico, debe ser saludable, inocua es decir, libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que constituyan una amenaza para la salud humana.
- El agua ha de presentar un color, olor y sabor aceptables para ambos usos, personal y doméstico. Asimismo, todas las instalaciones y servicios de agua deben ser culturalmente apropiados y sensibles al género, al ciclo de la vida y a las exigencias de privacidad.
- Todo el mundo tiene derecho a unos servicios de agua y saneamiento accesibles físicamente dentro o situados cerca del hogar, de las instituciones académicas, en el lugar de trabajo o las instituciones de salud. De acuerdo con la OMS, la fuente de agua debe encontrarse a menos de un kilómetro del hogar y el tiempo de desplazamiento para la recogida no debería superar los 30 minutos.
- El agua y los servicios e instalaciones de acceso al agua deben ser asequibles para todos. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sugiere que el costo del agua no debería superar el 3 por ciento de los ingresos del hogar.
De lo anterior se desprende que no es lo mismo el agua como derecho humano, que la gratuidad en su aprovisionamiento. Evidentemente, para lograr que las sociedades y las comunidades tengan acceso al agua se requieren obras de infraestructura como presas, plantas potabilizadoras, tuberías, etcétera, mismas que son costosas y, por lo mismo, entrañan una inversión que demandaría gravar el agua que consumen las personas, aunque sin comprometer con los costos por el servicio, la calidad de vida de las comunidades.
En la Cumbre Mundial sobre Medio Ambiente celebrada en Río de Janeiro, Brasil, en 1992, las naciones participantes acordaron destinar un día a la toma de conciencia en torno a la importancia del agua. Fue así que, a partir de 1993, cada 22 de marzo se conmemora el día mundial del agua. En 2018, el día mundial del agua lleva como lema “la naturaleza al servicio del agua”. Se considera que las soluciones basadas en la naturaleza (SBN) son útiles porque replican procesos naturales para garantizar la disponibilidad de agua -recargando o reabasteciendo las aguas subterráneas-, mejorar la calidad del vital líquido -vía humedales construidos y naturales- y reducir los riesgos vinculados a fenómenos naturales -al restaurar la llanura aluvial o los techos verdes. La ONU sostiene que el mensaje que desea transmitir a la comunidad internacional hoy 22 de marzo es que este tipo de soluciones pueden ayudar, de forma sostenible y rentable, a reequilibrar el ciclo del agua, mitigar los efectos del cambio climático, y mejorar la salud humana.
Hay mucho por hacer para lograr que el agua como derecho humano sea disfrutado por la totalidad de los habitantes de la superficie terrestre. Y es que los tiempos y las realidades del mundo no permiten lugar al optimismo. La población mundial rebasará los 9 mil millones de personas en 2050 y la acelerada urbanización planteará una presión adicional a los escasos recursos hídricos disponibles. Así que habrá que modificar aquella consigna popular que reza: agua que no has de beber, déjala correr. Y es que al ser un recurso crecientemente escaso, el agua seguramente será motivo de conflictos inter o intranacionales, sea por su apropiación, por su explotación, por su comercialización o por una mezcla de circunstancias.