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Tal parece que debido al inusitado activismo del presidente, la luna de miel con la ciudadanía acabó. Ser vocero único, el centro de atención de todo, y el propio desgaste por gobernar ya están pasando factura. Lo que sorprende es la rapidez con que esto está sucediendo, pues la encuesta de Reforma muestra que a un año de ser titular del ejecutivo federal, la pérdida de puntos en el rubro de aceptación/aprobación entre el pueblo ha sido muy grande, por lo que podríamos ver cómo los esfuerzos de propaganda se intensifican, aunque la realidad tenga otros datos.

La terca realidad

Gobernar, finalmente, sí tiene ciencia. Esto es lo que debería estar aprendiendo Andrés Manuel López Obrador en su papel como Presidente de la República, pero por la respuesta que ha tenido a las protestas en los mítines a los que asiste –el último en su natal Tabasco–, da la impresión que sigue en la modalidad de necio, algo que él mismo ha dicho en otras ocasiones.

Para un candidato que se movía en su zona de confort con auditorios controlados, llenos de simpatizantes, y con la facilidad de criticar a los gobernantes en turno, el cambiar a ejercer un puesto que tiene toda la responsabilidad en sus espaldas y tener que explicar las decisiones tomadas, sin mencionar los resultados que ofrece, no debe ser fácil enfrentarse a la realidad.

Las palabras que dijo en el pasado sobre crecimiento económico, seguridad pública y otros temas, se le han revertido y lo han mostrado como alguien que no sólo desprecia la historia reciente –por mucho que quiera presumir en este aspecto–, sino que también lo hace consigo mismo.

La promesa de reconciliación quedó en el baúl de los recuerdos, al igual que aquella de un crecimiento de 4%, terminar con la inseguridad y acabar con la corrupción, algo –esto último– en lo que sus propios nombramientos no han ayudado, como es el caso de la Conade.

Todo esto apunta a que la luna de miel que tuvo con la ciudadanía, luego de ganar contundentemente la elección presidencial de 2018, y el bono democrático que esto tiene consigo acabaron, y mucho se debe al propio mandatario.

Las encuestas —Reforma o Gabinete de Comunicación Estratégica– así lo demuestran y los indicios de que Morena perderá posiciones en las elecciones intermedias de 2021 se incrementan.

¿Qué vendrá para el país en este escenario?

En primer lugar, un incremento de la propaganda de parte del gobierno para tratar de revertir la caída.

En semanas anteriores escuchamos de la posibilidad de que haya mañaneras los sábados y domingos, lo cual muestra la intención de aumentar la presencia del presidente en medios y redes sociales.

De igual manera, es previsible que los grupos de propagandistas al servicio del gobierno, hagan un esfuerzo extra para defender las decisiones y discursos presidenciales, en especial en el ámbito de las redes sociales.

Asimismo, se esperaría que desde el gobierno se presenten nuevos programas sociales en un intento de retomar la iniciativa, o se presenten nuevos casos de corrupción ligados a sexenios anteriores, incluso alcanzando el de Felipe Calderón, del cual hay mucha tela de donde cortar, aunque el de Peña Nieto podría dar más oxígeno a un gobierno alicaído por la falta de buenos resultados.

No descarte, amigo lector, algún escándalo que busque desviar la atención, como podría ser alguna iniciativa polémica en el Congreso de la Unión por parte de un legislador de Morena o la publicación de una encuesta que vaya en sentido contrario a las que se han dado a conocer en fechas recientes.

Pero en este escenario hay dos problemas muy difíciles de resolver para el equipo de propagandistas de Palacio Nacional.

El primero tiene que ver con la realidad, pues pese a vender a la 4T como la etapa en la vida del país en la que acabaría con la corrupción y una mejor vida estaría al alcance de todos, lo que vemos es que siguen surgiendo notas en las que se muestra que la corrupción no sólo no ha terminado, sino que ya es parte de los morenistas.

Además, los resultados económicos y el impacto que esto está teniendo en temas como empleo, poder adquisitivo y crecimiento económico muestran que algo está fallando en el gobierno de un presidente que prometió demasiado.

Y el segundo problema tiene que ver con el único activo que tiene la 4T para atraer votantes o generar simpatías: López Obrador.

Ser el líder, el vocero y la imagen del movimiento, además de ser el Presidente de la República generan un desgaste enorme, algo que se incrementa en la medida en que la exposición diaria hace que sean más evidentes las contradicciones o errores en la conducción del gobierno, y sin figuras dentro del propio gabinete que ayuden a equilibrar esta relación de cara a la población, lo que se puede esperar es que la figura presidencial concite menos aprobación conforme pase el tiempo.

Esto es una mala noticia con el país, pues un presidente que pierda aprobación no ayuda a la gobernabilidad, en especial si éste continúa atacando a quienes protestan –campesinos, mujeres, estudiantes– clasificándolos como de derecha, conservadores o neoliberales.

Y es que parece que el único que no se ha dado cuenta de todo esto es el propio presidente.

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