Quien lanza huevos para agredir a una persona es que en realidad carece de ellos, vamos, es un cobarde (y también quien festeja el acto). Eso lo escribí el 29 de septiembre de 2012, cuando la periodista Adela Micha fue agredida por jóvenes del movimiento #YoSoy132, quienes le lanzaron huevos durante la ceremonia en la que recibió el doctorado Honoris Causa. Y escribí esto también, hace seis años:
“En aquellos días el ambiente era crispado pues todavía estaban frescos los resultados de la contienda electoral federal del dos de julio anterior. Por ello y la tontería aparte de cierto afán pragmático de congraciarse con ‘los chavos’, el acto cobarde tuvo un respaldo insospechado en varios circuitos marginales universitarios y de las redes sociales. Había sido agredida una de las representantes de los poderes fácticos, era el discurso, que impusieron al Presidente y eso justificaba la agresión. Así lo dijeron: porque no les gustaba como daba las noticias y por el manejo mediático de Televisa del proceso electoral.
“Creo que ese es uno de los episodios más vergonzosos de un movimiento juvenil que en sus orígenes prometió una estatura ética e intelectual mucho mayor, y que ahora está reducido a una caricatura de sí mismo. Pero el episiodio también muestra lo extendida que se encuentra la cultura autoritaria en el país y que además se exhibe en los reductos que supuestamente ‘luchan’ contra aquella. Y junto con ello se hizo patente que varios medios de comunicación y profesores interesados en congraciarse con ese movimiento no rechazaron la violencia sino que incluso la justificaron; en las hemerotecas digitales y los TL de las redes sociales está el recuento de esas lamentables actitudes.
“La revista etcétera, por supuesto, condenó la agresión contra Adela Micha, como lo ha hecho sin distingo con todos los profesionales de la comunicación independientemente de la empresa para la que trabajen. Y en nuestro registro cotidiano de la oferta editorial, no dejamos de sonreir frente a aquellos medios y opinadores que solo reaccionan cuando es ‘su causa’ la que se halla agredida y que guardan silencio cuando esto sucede con los otros”.
La entereza de Adela Micha fue en aquel entonces, y lo sigue siendo, un ejemplo. Más aún cuando en las redes sociales hubo una explosión de júbilo a la que se sumaron incluso académicos universitarios (muy respetados en sus reductos) y varios periodistas, sobre todo los llamados militantes. Jenaro Villamil fue uno de los que festejó la agresión contra Adela Micha y ahora, lo que es la vida, es uno de los que más festejan el despido de Ricardo Alemán y reconocen a la Televisa por esa acción (Julio Hernández no se sumó al júbilo aunque, socarronamente, describió el hecho como un “despilfarrador ataque” –por esa gracejada de que los huevos salen caros).
Las redes sociales son un espejo de nuestra sociedad (si bien fragmentado) y la violencia se ha ido esparciendo paulatinamente, con la complicidad de muchos profesores y periodistas, y en etcétera lo vamos a seguir recordando. Por cierto, al respecto los editores de esta revista tenemos una prenda de orgullo: en todos los casos significativos condenamos la violencia o la promoción de la violencia provenga de quien sea.