Muchos de ustedes conocen o han oído hablar de un mercado de la ciudad de México que se llama La Lagunilla. Bueno pues ahí había un señor muy famoso por la leche que vendía, era don Zacarías, un tipo de unos cincuenta años de identidad difusa y espíritu intrincado, o eso creo porque nunca entendí porqué cuando yo le decía “vengo por leche don Zacarías”, él respondiera “cómo no, mi amigo cacahuate”. La verdad es que, como se dice en el barrio, yo siempre le saco a motes como ese .
Me gusta ir a la Lagunilla. Al pelón Sobarino le compró el chocolate con chispas de jocoque, a doña Queta la pura verdura aunque a veces la tiene más cara; a don Toño el chile ancho y no me importa que él sea el más callado de todos, pero le aconsejo que lo pruebe antes de llevarlo porque luego sabe a mastique, y se lo he dicho setecientas veces. Como sea prefiero comprar ahí porque el chile de árbol de la otra verdulería me agarra lejos, pero si necesito pepino sí voy hasta allá pero se los digo más quedito para que don Toño no se enoje. Por cierto, casi lo olvido, don Toño, que también vende lechugas, me sacó de dudas: los plátanos maduran mejor en cajones y yo se los paso al costo.
Yo soy de Celaya, o sea, celayeno, y Raúl el de las carnes es de Tula, o sea, tuleño. Somos amigos desde hace mucho tiempo y por eso cuando estoy erizo, lo cual significa estar bruja o no tener feria, marmaja o dinero, le pido que me preste el cochino para la cena de navidad, en barras chicas de calabaza, regularmente, pero siempre le advierto que sin pepita porque ah, travieso muchacho. Mientras me está despachando del lomo pico y como.
Dicen que don Pepe tiene buena la longaniza, pero a mí neta no me gusta, prefiero la chuleta o el aguayón con poca grasa y no le hago el feo al retazo con hueso que preparo con camote para que apriete más el guiso. Pero si ustedes prefieren otra combinación ahí están los frijos de Apisaco o esa crema espesa para la que en el mercado hay dos opciones: ¿Quieres a Carlos o quieres a Carmela? Solo un consejo, si le piden crema a Carlos sean amables y cordiales porque es el chico más temido del barrio, no me vayan a dar un susto.
Siempre me detengo con Luis el de las carnitas, un amigo como de mi edad que ronda los cincuentas y de tanto tiempo que tenemos de vernos nos saludamos siguiendo una especie de guión:
–Sácame el cuerito de este pedacito
–Baja la voz, no seas tan expresivo
–(con voz baja) ¿Dónde esta Rosa Melcacho?
–Se fue con el Coyote Cojo de Laredo, Texas
Ya luego nos despedimos fingiendo que boxeamos en tanto que uno le dice al otro “Tírame el recto y yo te lo cabeceo”.
¿Quieren camarones para estas festividades? Ahora sí me la pusieron dura porque en varios puestos les gusta meter tela y sacar listón, o sea que dan gato por liebre aunque lo enseñen sin cáscara. Pónganse atentos, dejen lo pelado, vean su cabeza y siéntense con toda calma a revisarla. Después de mucho pensarlo les recomiendo que lo compren en el puesto de doña Lupe, que recién tuvo un niño en agosto pero que no ha descuidado la frescura de sus mariscos, pero como les digo, de todos modos revísenlo. Su esposo es Manuel, le dicen “El Chaquetas” pero háganme el favor de no hacer tratos con él sino con Lupe porque luego te da el kilo a novecientos gramos.
A ustedes que le gustan los pájaros y no tienen distingo por su tamaño sino por su forma de cantar, les tengo malas noticias, ya no hay en el mercado. Aunque el cura me lo dijo, y el beato Carlos también, si los buscas los encuentras, sólo es cosa de que le silbes bien al avechucho auque yo prefiero que me chifles este año alguna canción de navidad.
Como sea, les recomiento la Lagunilla. Creo que lo único que no me gusta es que a veces te alburean mucho. Pero cuando eso suceda, nada más háganse de lado.