En 1925, hace ya casi un siglo, la argentina Alfonsina Storni publicó el poema “Las grandes mujeres” que reza así:
En las grandes mujeres reposó el universo.
Las consumió el amor, como el fuego al estaño,
A unas; reinas, otras, sangraron su rebaño.
Beatriz y Lady Macbeth tienen genio diverso.
De algunas, en el mármol, queda el seno perverso.
Brillan las grandes madres de los grandes de antaño.
Y es la carne perfecta, dadivosa del daño.
Y son las exaltadas que entretejen el verso.
De los libros las tomo como de un escenario
Fastuoso —¿Las envidias, corazón mercenario?
Son gloriosas y grandes, y eres nada, te arguyo.
—Ay, rastreando en sus alas, como en selvas las lobas,
A mirarlas de cerca me bajé a sus alcobas
Y oí un bostezo enorme que se parece al tuyo.
Alfonsina Storni, nació en Capriasca, Suiza el 29 de mayo de 1892. Sus padres, creadores de la cerveza Los Alpes, se asentaron en San Juan, aunque viajaban a Suiza constantemente y fue por ello que Alfonsina, la tercera hija de la familia, vio la luz en el país alpino. Cuando Alfonsina -llamada así en honor a su padre- tenía cuatro años, la familia, ya de vuelta en Argentina, se asentó en Rosario. La situación familiar era precaria, con muchos hijos, pocos ingresos y, por lo mismo, numerosas penurias. Cuando la familia abrió un café, Alfonsina atendía las mesas, lavaba platos y servía a los clientes, si bien el lugar no tuvo éxito. Sus hermanas trabajaban como costureras.
Alfonsina tenía 10 años cuando ingresó a una fábrica de gorras. Tres años después, una compañía de teatro le abrió las puertas para suplir a una actriz que enfermó y Alfonsina convenció a su madre de que la dejara viajar con la compañía. Fue así que recorrió el país, representando obras de connotados autores como Pérez Galdós. Al volver a Rosario se encontró con que su madre se había casado y Alfonsina opta por estudiar para convertirse en maestra rural y ello le permitió ganarse un lugar como académica y fundar un par de revistas.
En 1911 se traslada a Buenos Aires y un año después nace su hijo Alejandro, fruto de una relación con un hombre que ya tenía familia. Era madre soltera, motivo de censura y críticas por la sociedad. Sus desventuras la animaban a escribir. En “La loba” refiere el escándalo que su relación con el padre de Alejandro propició en la capital argentina, haciendo notar que ella no teme al “qué dirán” y se asume como una mujer independiente capaz de cuidar de su hijo y de ella:
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!
Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor…
Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor…
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!
Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.
Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.
El hijo y después yo y después… ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.
Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Contemporánea de Amado Nervo, Rubén Darío, Horacio Quiroga, José Enrique Rodó, José Ingenieros y Gabriela Mistral, entre otros formidables literatos, tuvo la oportunidad de interactuar con ellos, frecuentando los mismos ambientes y espacios. Incursionó en el teatro inicialmente con escaso éxito.
Su obra se puede dividir en dos períodos: el de 1916 a 1920 donde se observa el predominio del romanticismo y el modernismo; y el posterior que comprende de 1925 hasta su muerte (1938), donde predomina una visión depresiva, oscura, triste y de desolación. En Alfonsina destaca una visión feminista, de rechazo a la exclusión, contestataria y donde ella misma se asume como una mujer empoderada. Para muestra, su poema más conocido “Tú me quieres blanca” donde cuestiona las exigencias sociales hacia la mujer como la castidad, mientras que a los hombres no se les presiona en esa dirección -ni en otras-:
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua.
Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
Así logró el reconocimiento en su país y otras latitudes como una de las escritoras más importantes y no sólo de su época. Algunos la consideran incluso más trascendente que Borges. Contribuyó al nacimiento de la Sociedad Argentina de Escritores y a principios de la década de los años 30 viajó a España, donde conoció a otras féminas abocadas a la literatura y las artes.
Empero, su salud declinó. En 1935 fue diagnosticada con un tumor maligno en el seno y se le aplicó una mastectomía. Las radiaciones que recibió para combatir la enfermedad resultaron particularmente dolorosas y decidió suspender el tratamiento.
En enero de 1938 recibió un homenaje en Uruguay al lado de Gabriela Mistral y Juana de Ibarborou y en esa oportunidad los organizadores le pidieron que preparara una reflexión acerca del arte y el oficio de la creación literaria. Pero la enfermedad progresaba y Alfonsina estaba sumida en la incertidumbre. El 23 de octubre de ese año emprendió un viaje sin retorno al balneario de Mar del Plata. En la madrugada del 25 de octubre puso fin a su vida arrojándose al mar. Sus restos mortales fueron encontrados por dos obreros por la mañana.
Su vida y muerte inspiraron al escritor Félix Luna y al pianista Ariel Ramírez (ambos argentinos) a dar vida a “Alfonsina y el mar” canción que inmortalizaría en 1969 la excelsa Mercedes Sosa. Este mes de octubre, dedicado a la reflexión y concientización sobre la prevención del cáncer de mama, es una buena ocasión para recordar a la enorme Alfonsina Storni, quien, mediante la poesía, es un referente para el feminismo, la equidad de género y, de refilón, reivindica la importancia de anticiparse a una enfermedad que independientemente de los estragos que produce socialmente, es especialmente devastadora para las mujeres y su autoestima. Y ahora: ¡a leer a Alfonsina Storni se ha dicho!