A partir del segundo trienio del gobierno de AMLO, ha comenzado su declive. Todo tiene un efecto. La política de “abrazos, no balazos”, -la inseguridad y la recurrente decisión de encomendarles a los militares su atención y entregarles la Guardia Nacional-, ha sido uno de los peores errores que han contribuido a su desprestigio. Ahí están las cifras que siguen a la alza de personas desaparecidas, desplazamientos forzosos, cobro de piso, enfrentamientos que horrorizan a la población y las mafias que siguen haciendo de las suyas. Hoy no hay una sola entidad federativa que no esté amenazada con toda alevosía por los cárteles, ni una sola.
El presidente López Obrador sabe que va a la baja, se lo dicen las encuestas que él tiene. Andrés Manuel es muy mediático, así que no hay duda que va decayendo desde que se ventiló el asunto de su hijo José Ramon, su talón de Aquiles.
Por eso es importante para él la votación de la revocación de mandato del próximo domingo cuyo evento lo ha convertido reiteradamente en un acto de ratificación de su gobierno. El enfrentamiento contra el INE y particularmente contra su presidente el consejero Lorenzo Córdova, tiene como objetivo culparles de la incipiente votación que todo indica no va alcanzar el 40% requerido por la Constitución para que sus resultados sean vinculantes. Porque el llamado a votar no motiva a las y los electores, a pesar de la gran campaña -ilegal- de espectaculares en todo el país y la movilización de su ejército civil de “Servidores de la Nación”, además de los propios militantes de Morena, quienes con los recursos de los programas de gobierno, ni siquiera con esos recursos, habrá una participación que no ponga en ridículo al presidente.
En la víspera de la votación, ha tenido que ordenarle al secretario de Gobernación, Adan Augusto López, que presida actos públicos de promoción de la revocación-ratificación de su jefe. Y claro que el secretario de Gobernación sabe que está violando la Constitución y con toda desfachatez, además de que lo reconoce en los mítines en los que ha participado, se atreve a retar a que lo denuncien y lo corran. Sabe que su conducta no corresponde al encargo que él representa. Sabe que está promoviendo ilegalmente la votación del 10 de abril cuando su responsabilidad es vigilar la cohesión social y la paz en el país, la imparcialidad de las instituciones.
Pero que participe en esos mítines trasladándose en un avión de las fuerzas armadas, además de que evidencia la doble moral de este gobierno, también se muestra algo mucho más peligroso: militares haciendo campaña por la revocación-ratificación. La presencia del titular de la SEDENA, el general Luis Cresencio Sandoval, en esta campaña del presidente, es inaudita. Desde la Revolución no había pasado algo similar. López Obrador está militarizando al país, y se ufana en demostrar que les está dando el control poco a poco, de las instituciones civiles.
En conclusión, el evento del próximo domingo le resulta estratégico a AMLO para paliar el deterioro de su imagen y llevar a cabo la conclusión de sus obras caprichosas, por demás innecesarias. Lo más grave no es sólo el despilfarro, sino la ilegalidad que inevitablemente se le endilgará cuando deje la presidencia, como es el desastre ecológico irreversible de la construcción del Tren Maya, el inoperante aeropuerto Felipe Ángeles, su absurda refinería Dos Bocas y su demagógico programa “Sembrando vida”. Pero nada de esto se compara con la militarización del país. Nadie tenga dudas del peligro inminente.