La selección al vestidor y la elección a la cancha. Quedaron definidas encuestas y favorito. Nada hay seguro, hasta que el INE nos muestre su conteo rápido.
AMLO cerró quince años de campaña como hace un año, seis o tres meses, capitalizando el desprestigio ajeno, las fracturas de todos vs. todos, el resentimiento más que el reclamo, la eterna idea de crisis aun donde no las hay.
López Obrador festejó en el estadio Azteca en clásica pachanga matraquera; pidió todo el poder en congresos y gobiernos locales, quiere gobernar sin estorbos, también si contrapesos, ser voz de mando para no consensar, para quedarse sin pretextos si la magia de la honestidad divina y contagiosa no resuelve todo lo que ha jurado arreglar con ejemplo y probidad viral.
El puntero de toda encuesta jugó sin riesgos, demostrando oficio, olfato y talento acumulado en su eterna búsqueda del poder. Un redentor, no un demócrata; el luchador que jamás reconoce derrota alguna, el hombre que, de pecados ajenos, nunca se responsabiliza. Ni por obra, comisión u omisión.
AMLO administró ventaja, canchero y mañoso, dominó la agenda, el terreno, aprovechó las broncas de sus oponentes. Ante cualquier amenaza envío voceros a amenazar con tigres y diablos desbocados, a los Judas los abrazó, luego los quemará; por lo pronto, sumó aprovechando su blindaje popular, teflón que evita que las malas famas de nuevos aliados lo salpiquen.
José Antonio Meade, el más promisorio candidato para gobernar mejor terminó arañando el segundo lugar con la esperanza puesta en que el PRI y su aparato extra-oficial hagan un milagro como el de los coreanos frente a los alemanes y tumben al campeón de campañas y plazas y pongan, al ciudadano Meade, en tiempo de compensación, en la pelea.
Si la campaña de Todos por México (PRI-PVEM y NA) cruje por todos lados, estalla en Chiapas y se fractura hasta en el Estado de México; la de Por México al Frente (PAN-PRD y MC) hace erupción y eclipsa a Ricardo Anaya al cierre.
Acuerdos cupulares, decisiones de unos cuantos que involucraron a militantes propios y ajenos, fueron eje de dos campañas a las cuales Morena, PT y PES deben sus grandes expectativas para este domingo. Haya sido en Los Pinos o entre Anaya, Barrales y Delgado, la oposición anti-AMLO se dividió.
Ni empresarios, ni el mito del voto útil que pocos entienden y menos aplican lograron orientar las baterías de ambas campañas hacia quien en la punta se fugó sin merma ni freno. Ni debates, ni la mítica oratoria del panista que había destrozado a íconos tricolores; ni la sapiencia y objetividad del eficiente servidor público transexenal pudieron con la astucia de quien ya no corre, pero avanza.
El Mundial da un respiro, el último partido del Tri con mal sabor. Se abre el espacio para que la elección gane razonamiento y participación.
Este artículo fue publicado en La Razón el 28 de junio de 2018, agradecemos a Carlos Urdiales su autorización para publicarlo en nuestra página.