Relación compleja y contradictoria, pues por un lado se les condena en una acostumbrada generalización, pero por otro se les apoya, se les brindan candidaturas o se les hace parte de su equipo cercano en el gobierno, así es la manera en que el ahora presidente López Obrador se vincula con los empresarios mexicanos. Calificados como “minoría rapaz”, no obstante, se buscará su participación si esto apoya su imagen, ya sea en una rifa o para arreglar el desastre de la Línea 12.
Pillaje
No hay secreto en la opinión que de los empresarios tiene López Obrador. En los libros publicados con su nombre, se pueden encontrar distintas condenas hacia dicho sector.
Un ejemplo de esto lo encontramos en 2018: la partida. Decadencia y renacimiento de México. En dicho texto acusa que “en términos de bienestar colectivo la política de pillaje se ha traducido en un rotundo fracaso y ha conducido a la ruina del país. En lo económico y en lo social hemos retrocedido en vez de avanzar. Pero nadie debería sorprenderse: en realidad el modelo está diseñado con el propósito de favorecer a una minoría de políticos de cuello blanco que se hacen llamar hombres de negocio” (pág. 12).
De igual manera, señala: “estos potentados, como es lógico, han venido apostando a mantener la misma política de pillaje y han impedido con trampas, dinero y manipulación el cambio de régimen” (pág. 10).
En su publicación más reciente, A la mitad del camino, sigue con la misma narrativa señalando a los empresarios como parte de la corrupción que reinó en el país antes de su llegada: “Tengamos presente que, durante el periodo neoliberal, el propósito central de la administración pública era facilitar la entrega de bienes nacionales a particulares y que para eso se fue creando una estructura administrativa acorde a la política del pillaje (a la transa y al influyentismo), con la excusa de evitar el monopolio del Estado y garantizar la libertad empresarial” (pág. 8).
Así, la caracterización que hace López Obrador en su narrativa cotidiana de los empresarios es clara, beneficiarios de la corrupción y de las privatizaciones que tanto daño hicieron al país.
Pero lejos del fanatismo que acepta sin cuestionar afirmaciones como las que presentamos en esta colaboración, cabe preguntar cuál es la razón de que empresarios como Alfonso Romo, Jaime Bonilla, Patricia Armendáriz, Carlos Lomelí o Armando Guadiana –por mencionar algunos ejemplos, incluso beneficiados en el neoliberalismo— son parte actualmente de la 4T.
Asimismo, llama la atención la ausencia de denuncias por corrupción en casos como el aeropuerto de Texcoco, la falta de definición –aunque ya ha tocado el tema— respecto a la renovación de la concesión de Telmex en 2023, entre otros ejemplos, aunque ya se les citó para comprar boletos para la rifa del avión presidencial.
Quizá el ejemplo más complejo de esta relación es la que mantiene con Carlos Slim, a quien le permitió hacer negocios en su época como jefe de gobierno en la Ciudad de México, pero lo descalificó cuando él le pidió mantener el proyecto aeroportuario de Texcoco, y más recientemente le dobló el brazo para que sus empresas pagarán la reconstrucción de un tramo de la Línea 12 de Metro.
Y es que, para López Obrador, los empresarios son parte de la minoría rapaz que saqueó al país, pero un activo para candidaturas o puestos en el gobierno si apoyan al movimiento, algo que los purifica en automático.