Anora y las relaciones entre Estados Unidos y Rusia

Que Anora es una gran película, ni duda cabe. Que Sean Baker se consagró en lo más alto del firmamento fílmico la noche del 2 de marzo, fue más que evidente. Que Mikey Madison le arrebato a Demi Moore la codiciada estatuilla en la categoría de mejor actriz, fue, quizá, lo más lamentable y es algo de lo mucho que se le podría criticar a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. No, no es que Mikey Madison no haya estado fenomenal como Anora, habiendo aprendido ruso y convivido con mujeres que ejercen la profesión más antigua del mundo para poder caracterizar apropiadamente a su personaje. Pero Demi se voló la barda con un tema al que Hollywood aparentemente no quiere darle la relevancia que tiene. Cierto, La sustancia tiene más que ver con el daño que las mujeres se hacen ellas solas, de pechito, debido a los estigmas sociales y a cuestiones de autoestima, si bien es verdad que no se pueden obviar las exigencias de una industria como la del espectáculo, tan misógina y cruel con las mujeres, en especial, las de mayor edad -siendo Meryl Streep, con 75 años a cuestas, de las pocas excepciones. El misógino Hollywood las prefiere jóvenes, guapas, exuberantes y, para muestra, ahí está la co-protagonista de La sustancia, Margaret Qualley, bailando al son del tema de James Bond en lo que se anticipa como un rol para ella en la siguiente producción del famoso agente secreto del MI-6.

Fue justo para Mikey Madison, fue injusto para Demi Moore. De haber ganado Demi, habría sido justo para ella, e injusto para Mikey. ¡Qué difícil! Con todo, lo más interesante de los cinco galardones Oscar que recibió Anora es el contexto político en que se produjo esta premiación. El año pasado, por ejemplo, en la entrega número 96 de los premios Oscar, las críticas a Rusia estuvieron por todos lados. Claro, eran otros tiempos. Gobernaba al vecino país del norte Joe Biden, quien apoyó a Ucrania y criticó una y otra vez a su homólogo ruso. Oppenheimer fue aclamada por su cinematografía, las actuaciones de Cillian Murphy y Robert Downey Jr., la dirección de Christopher Nolan y la historia ahí contada. Oppenheimer también fue una película políticamente correcta en momentos en que EEUU y Rusia -al igual que otras potencias nucleares- renovaban iniciativas para modernizar y ampliar sus ojivas para crear sistemas bélicos cada vez más destructivos, incluyendo, por supuesto, a las armas nucleares tácticas, similares, por su kilotonaje, a las lanzadas por Washington sobre Hiroshima y Nagasaki. La escena final de Oppenheimer, con un Cillian Murphy horrorizado teniendo a sus espaldas un mundo en llamas, envió un mensaje muy claro y no sólo antibélico, sino, previsiblemente, anti-ruso. En la trama, Oppenheimer fue acusado de darle el secreto atómico a Moscú y ello llevó a que su nombre y reputación quedaran destruidos por varias décadas. La culpa de la tragedia de Oppenheimer, para decirlo pronto, fue de la URSS, por meter espías entre el equipo de colaboradores que estuvieron involucrados en el Proyecto Manhattan.

Pero si el lector todavía no considera que la entrega de los premios Oscar de 2024 fue declaradamente anti-rusa, tómese en cuenta que en la categoría de mejor documental se alzó con la estatuilla la producción ucraniana 20 días en Mariupol, que narra el arranque de la invasión a gran escala de Rusia sobre Ucrania en Mariupol a través del trabajo de Mtyslav Chernov, quien hizo mancuerna con los equipos de PBS y la Associated Press para reunir evidencias de las atrocidades que ocurrieron en aquella parte del mundo a partir del 24 de febrero de 2022.

Pues bien, para la ceremonia número 97 del pasado 2 de marzo, las cosas habían cambiado mucho en la política interna y global. Donald Trump ya se encuentra otra vez instalado en la Casa Blanca y parece decidido a llegar a acuerdos con Rusia sobre el fin de la guerra en Ucrania sin ponderar mayormente las opiniones ni necesidades de los ucranianos, más allá del acceso a minerales estratégicos y tierras raras que el controvertido republicano exige como compensación por el apoyo otorgado a Kiev a lo largo de la contienda. De hecho, dos días antes de la ceremonia desde el Dolby Theatre en Los Ángeles, Donald Trump, su vicepresidente J. D. Vance y el presidente de Ucrania Volodymir Zelensky, reunidos en la Casa Blanca, protagonizaron una confrontación verbal mayúscula que llevó a la cancelación tanto del acuerdo para que EEUU accediera a los codiciados minerales ucranianos, como a la interrupción de diálogo bilateral. Por si fuera poco, el 3 de marzo EEUU anunció que cancelaría toda la ayuda militar a Ucrania.

Mientras todo esto sucedía, en la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood también se vivieron momentos tensos con las películas nominadas. Primero fue el caso de Emilia Pérez, producción francesa que trata sobre el narcotráfico y la corrupción de las autoridades en México. Su protagonista es un capo de la droga que quiere una reasignación de sexo para iniciar una nueva vida y se transforma en Emilia Pérez. Si bien en México esta producción pasó con mucha pena y sin gloria, llegó con 13 nominaciones a los premios Oscar y todo parecía indicar que se consagraría la noche del 2 de marzo. Desafortunadamente la gran bocota de su protagonista, Karla Sofía Gascón, primera actriz transgénero en ser nominada en la categoría de mejor histrión, dio al traste con las expectativas de la producción y poco a poco desapareció del horizonte de los premios.

Luego tocó el turno a la aclamada The Brutalist, cuyo director, Brady Corbet reconoció haber recurrido a la inteligencia artificial para “mejorar” los acentos de algunos protagonistas, en particular el de Adrien Brody quien encarna a un arquitecto húngaro superviviente del Holocausto. El tema no es menor: el Sindicato de Guionistas Cinematográficos de Hollywood sostuvo, no hace mucho, una larga huelga entre otras razones por el empleo de la inteligencia artificial en la industria del entretenimiento y las consecuencias que ello puede tener para los empleos y el trabajo de miles de personas del sector. Es posible que ello haya determinado el destino de The Brutalist, que era la gran favorita para llevarse el galardón a mejor película.

Pero mirando estrictamente a lo que fue la ceremonia del pasado 2 de marzo, bajo la batuta del desabrido Conan O’Brien, ex conductor de televisión y otrora guionista de Los Simpson –donde incluso tuvo una aparición cuando Bart se coinvierte en estrella como “el niño yo no fui”-, se observó un evento caótico, mal desarrollado, de mal gusto -como la escena inaugural con un Conan O’Brien saliendo del cuerpo de Demi Moore, en una imagen grotesca para decir lo menos- y sólo con algunos llamados, esporádicos, a la paz, por ejemplo cuando el documental No Other Land que versa sobre el conflicto entre Israel y Palestina se alzo con la estatuilla, en uno de los pocos momentos memorables de la transmisión -con el director palestino y el director israelí del documental convocando a sumar, a trabajar conjuntamente a favor de la reconciliación y la paz. Quizá otro momento de cordura fue cuando la actriz Daryl Hannah, al presentar las nominaciones a mejor edición, comenzó diciendo “¡Slava Ucrania!.” Pero fue la única en tocar el tema.

Si de omisiones se trata, más allá de la polémica sobre lo que dijo o no Karla Sofía Gascón, temas como la diversidad sexual, el respeto a la otredad, a los derechos reproductivos y de las minorías, a la democracia, en fin, pasaron de largo. Todo esto corrobora que la ceremonia buscó estar en consonancia con Donald Trump, personaje surgido del mundo del entretenimiento y, todo parece indicar, que sigue pesando mucho en esa industria. Es verdad que Sebastian Stand logró una nominación por The Apprentice donde encarna justamente a Trump, pero la realidad es que tenía pocas posibilidades de imponerse a Brody o incluso a Timothée Chalamet.

LONDON — AUGUST 24, 2024: Director Coralie Fargeat with Demi Moore and Margaret Qualley who star in “The Substance” in London on Monday, August 26, 2024 (Jennifer McCord / For The Times)

Lo más grave, por supuesto, es que Anora haya resultado tan premiada -que méritos no le faltaban- a manera de guiño a Trump y a su renovada amistad con Vladímir Putin -lo cual tiene molestos a los espectadores, en particular a quienes consideran que la situación en Ucrania merece atención, dado que la guerra continúa. El lector debe saber que Anora fascinó a las audiencias en Rusia, no sólo por la participación de reconocidos actores rusos en ella, como Yura Borisov y Mark Eidelstein, sino sobre todo por la trama. De entrada, no es para nada una película anti-rusa y está ambientada en un escenario pre-pandémico, como si la anexión de Crimea de 2014 o la guerra desarrollada a partir del 24 de febrero de 2022 no hubiesen acontecido. La protagonista, Ani o Anora (Mikey Madison), es una chica que trabaja como sexoservidora en un lugar a donde llega Vanya (Mark Eidelstein) el hijo de un magnate ruso. Vanya supuestamente estudia en EEUU, pero se la pasa jugando videojuegos, drogándose y buscando aventuras amorosas. Vive en una mansión en Brooklyn, custodiado por Toros (Karren Karagulian) e Igor (Yura Borisov). Una noche Vanya llega al prostíbulo donde trabaja Anya, y ella es asignada a hacerle compañía porque habla ruso. Vanya, contento con su compañía, decide pagarle 15 mil dólares para que esté una semana entera con él y en un momento dado ambos viajan a Las Vegas y se casan. Cuando la familia de Vanya se entera, buscará la anulación del matrimonio, cosa que se complica porque la gestión del divorcio debe hacerse en el lugar donde Anora y Vanya contrajeron matrimonio y no en Nueva York.

Los padres de Vanya viajan a EEUU para obligarlo a firmar el divorcio y la matriarca, Galina (Darya Ekamasova) humilla a Anora criticando el ruso que habla y dejando en claro que jamás podrá ser parte de esa familia. Como se ve, el tema es más sobre las aspiraciones de una mujer que quiere cambiar su vida -como Julia Roberts en Pretty Woman– y la dura realidad. Los aspectos que aborda la película incluyen la discriminación, la posición social, el clasismo y el poder del dinero. De hecho, Anora es “indemnizada” por la familia de Vanya tras el divorcio, si bien todo lo vivido la deja emocionalmente devastada.

Quizá si Anora hubiera sido estrenada en otro contexto, no habría tantas objeciones a su triunfo -y conste que méritos no le faltan. Pero considerando el silencio del evento en torno a la crisis en Ucrania, crea la sensación de que se premió a quien está en consonancia con la política exterior de Donald Trump y de Vladímir Putin. Incluso diversos medios occidentales señalan que Anora normaliza “el nuevo trato” que se prodigan los mandatarios ruso y estadunidense, sin dejar de lado que la víctima directa de este periplo es, lamentablemente, Demi Moore. La sustancia es una película importante que revela que entre más joven, atractiva y seductora sea una mujer, mayores posibilidades tiene de alcanzar el éxito. Y eso es justamente lo que ocurrió con Demi Moore, quien se tuvo que conformar con mirar cómo una mujer 37 años más joven que ella se llevó la estatuilla. Pero así es la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, que como es bien sabido, tiene política exterior en consonancia con las prioridades internacionales de Estados Unidos -y en este caso, de Donald Trump.

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