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sábado 21 diciembre 2024

Antiintelectualismo

por Luis de la Barreda Solórzano

Es curiosa, pero no excepcional, la fobia del Presidente a los intelectuales, los académicos, los posgraduados, los columnistas no incondicionales. Es una característica común de los gobernantes populistas, para quienes los cuestionamientos no merecen respuesta razonada sino desdén o denuestos.

Esa animadversión, junto al propósito de contar con recursos para las obras faraónicas y el reparto de dinero con fines clientelares, es el motivo de los recortes presupuestales que en nuestro país han sufrido la investigación científica, la academia y la cultura, incluidos los institutos médicos especializados de prestigio internacional, y de los ataques a los diarios críticos y a las revistas de análisis que dan cabida en sus páginas a mentes libres y a expertos en diversos temas.

Aclaro que, en mi opinión, no son realmente intelectuales quienes —aunque posean grados académicos, dispongan de un espacio en la prensa o tengan plaza en alguna universidad— por oportunismo convenenciero o servidumbre ideológica aplauden todo lo que realiza un gobernante, un líder, un partido o una secta. Son sólo acólitos.

Esos no son antipáticos a los gobernantes populistas. Éstos quieren creyentes, no pensadores; feligreses, no analistas; adeptos a los lugares comunes, no exploradores de la complejidad de los asuntos. El antiintelectualismo es la hostilidad y el recelo ante el intelecto, y se manifiesta con el desprecio a la actividad científica, la educación, el arte, la literatura, la pluralidad. Los intelectuales son, para el antiintelectual, una élite ajena a las creencias y los sentimientos de la gente común, del pueblo bueno.

El Presidente ha tenido la osadía de declarar, por ejemplo, que el verdadero propósito de quienes realizan estudios de posgrado en el extranjero es obtener títulos académicos para, así, robar más; que gobernar no amerita gran ciencia (¡así nos está yendo!); que al frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ya no debía estar un académico con estudios especializados en la materia. En alguna ocasión aseveró, sin ruborizarse, que México existía hace más de 10,000 años, y que entonces ya había aquí imprentas y universidades.

La postura del Presidente es similar a la del puritano John Cotton, quien en The pouring out of the seven vials (1642) dictaminó: “Cuanto más erudito e ingenioso seas, más apto para actuar para Satanás estarás”. Es una oda a la ignorancia y la estulticia, que explica Isaac Asimov en estos términos: “La tensión del antiintelectualismo ha sido un hilo constante que se abre paso a través de nuestra vida política y cultural, alimentado por la falsa noción de que democracia significa que ‘mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento’”.

Requisito indispensable para el antiintelectualismo es la inclinación por la mediocridad en el campo del conocimiento y los razonamientos, por la repulsión a los planteamientos que trascienden los clichés y los tópicos, por la aversión al diálogo fructífero con quienes piensan distinto, por la negación de realidades que resultan incómodas, por el encierro en una postura eclesial que no admite discusiones, por la resentida envidia a quienes acometen la aventura de pensar y reflexionar profundamente.

El Presidente ha afirmado que no lee las columnas de sus críticos, pero cada vez le irritan más esos textos. Su andanada de ataques furibundos contra dos de los pensadores de mayor altura intelectual del país, Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, y a las revistas que dirigen, Nexos y Letras Libres, respectivamente, es una reacción contra las críticas. Ninguna refutación argumentada a éstas, sólo la mención de que esas revistas han recibido pagos por publicidad de los gobiernos anteriores, cuyo monto total en 12 años es muy inferior al que sólo en 2019 su gobierno compró en La Jornada.

En el ataque contra Aguilar Camín el Presidente se ha valido de las expresiones adversas a él expresadas por el escritor en una conversación con excompañeros de escuela grabada y difundida por alguien. Se pregunta Sergio Sarmiento: “¿Empezará el gobierno a perseguir opiniones expresadas en privado?” (Reforma, 9 de septiembre).

Yo espero que los intelectuales y los periodistas fustigados por el Presidente tengan el coraje para no retroceder ante lo que son, para no dejarse derrotar.


Este artículo fue publicado en Excélsior el 10 de septiembre de 2020, agradecemos a Luis de la Barreda Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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