La relación México-EU no deja ni dejará de fluir independientemente de los gobiernos y también a pesar de ellos. El estilo de los presidentes marca las formas de relación, pero el fondo de la mayoría de las cosas está en otras ventanillas.
En algunos casos los presidentes han sido factor de influencia, pero no necesariamente han sido determinantes, la relación pasa antes que nada por la dinámica interna de cada país.
La interpretación que se ha hecho del encuentro se mueve en el elogio desbocado y la crítica propia de las filias y fobias.
La cuestión que hay que atender está en si el Presidente mexicano consiguió los objetivos que se propuso. No queda claro del todo qué buscaba, porque hubo momentos en que parecía que lo único importante era la migración, asunto que Joe Biden tenía definido a partir de los acuerdos de la Cumbre de Los Ángeles.
Todo indica que López Obrador logró algo de lo que se había propuesto, habrá que ver si efectivamente le “sacó” la promesa de 600 mil visas a su homólogo estadounidense. Si así fuera es un asunto que ahora tendrá que verse en qué términos se van a expedir.
Otro de los acuerdos son los compromisos de los mandatarios en materia de inversión. López Obrador se comprometió a invertir mil 500 mdd en infraestructura fronteriza, en tanto que Joe Biden recordó que su gobierno firmó una Ley de Infraestructura Bipartidista que incluye 3.4 mmdd para llevar a cabo 26 proyectos de reconstrucción y modernización en puertos de entrada en la frontera norte y sur.
La visita no fue diseñada en el ámbito de lo oficial. Fue una reunión de trabajo, la agenda del tabasqueño fue consensuada con base en las delegaciones de los dos países, si no hubo más fue porque así lo decidieron. Lo que sí pudo hacer López Obrador era reunirse con diferentes actores políticos, académicos y sindicales de EU, lo cual es importante porque permite tener referentes en sectores influyentes en donde se puede establecer una retroalimentación para entender cómo nos ven y cómo los vemos.
En la diplomacia hay reglas escritas y no escritas. Si el Presidente mexicano quiso hablar media hora ante Joe Biden y los medios en la Casa Blanca, poco le importó el protocolo.
Está visto que a López Obrador no le importan las formas, es su forma de ser y no hay que darle muchas vueltas al asunto. Si se le critica por cómo estaba sentado, o porque no habla inglés es una cuestión que presumimos no le da importancia. Lo que no puede pasarse por alto es que en cuanto a las formas es relevante no perder de vista que al fin y al cabo nos representa en el extranjero.
Ante el hecho de que no haya tenido repercusión la visita en medios y portales estadounidenses no pasemos por alto que es una constante en las visitas de los presidentes mexicanos. Hemos tenido oportunidad de asistir a varios de estos encuentros y de no ser por la visita de Carlos Salinas, cuando estaba de por medio el TLC, por lo general no nos voltean a ver, trátese de quien se trate.
Independientemente de los acuerdos que se hayan alcanzado, la empatía entre los presidentes siempre ayuda, porque es lo que puede hacer que las cosas sean diferentes y efectivas; las sonrisas y las fotos dicen mucho menos de lo que se cree.
Destaquemos parte de lo que se acordó: visas para los migrantes, acuerdos en materia de productos agropecuarios —quedó claro que a Biden no le gustó aquello de que China es el mercado del mundo—, que les vamos a permitir en la frontera comprar gasolina mexicana subsidiada y que uno quiere “arrojo” y el otro pide “paciencia”, al final no quedó claro lo que quiso decir ni uno ni otro.
El tiempo y la terca realidad dirán.
RESQUICIOS.
A 4 meses del Mundial, y habiendo sido eliminados hombres y mujeres de torneos de primera importancia futboleros, los de pantalón largo han decidido cambiar las cabezas. Están en medio de su enésimo desaguisado y no se ve salida; Qatar está más cerca de ser una pesadilla que un quinto partido.
Este artículo fue publicado en La Razón el 14 de julio de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.