En la convocatoria para las elecciones ordinarias, constitucionales, de 2018-2019 en Baja California, se señala:
De conformidad con lo señalado en el artículo 15 de la Ley Electoral del Estado de Baja California… publicada en el Diario oficial del Estado en fecha 17 de octubre de 2014, los cargos a elegir son los siguientes:
Gubernatura del estado de Baja California para el periodo constitucional del 1 de noviembre de 2019 al 31 de octubre de 2021…
(Ver aquí la convocatoria).
Cualquiera que sepa leer, verá que aquí no hay el menor espacio para interpretación, malos entendidos, controversias. En Baja California se convocó y se realizó una elección para Gobernador para un gobierno que duraría dos años. ¿Cuál es el principio que la preside? El principio de elecciones libres y periódicas. Y en ese entendido se registraron todos los candidatos y acudieron a votar todos los ciudadanos.
Pero, al ganador de esa elección le parece poco y su primera acción política de importancia es beneficiarse, él mismo, prolongarse en el poder mediante la más vulgar de las maniobras de la que se tenga memoria en el estado de Baja California y en la república mexicana.
Las violaciones a la Constitución, a las leyes federales, a las locales, a los principios democráticos, a la pura ética son obvias y han sido ampliamente documentadas en las últimas semanas: se trata de ampliar la extensión del propio poder, a toda costa. El comienzo de una tiranía.
En una de las obras menos leídas de Albert Camus, Calígula, el protagonista se cree Dios precisamente porque lo puede todo, especialmente porque puede “extender su poder en todos los ámbitos”. En su delirio, Calígula quiere incluso “tomar en sus brazos a la luna” como muestra superior de su poder divino, pero antes ya había encargado un montón de excepciones favorables a su poder; había alterado por completo la vida del Senado, había cambiado los pactos territoriales, había instaurado impuestos a los más pobres sin miramiento y se cuenta incluso, que para mayor escarnio contra la República, nombró a Incitato -su caballo- Senador, otra vez, como exhibición de su poder sin límites.
Camus llama la atención sobre estas maniobras porque para él “la República es contención de la avaricia, de la ambición y del delirio”.
Es eso lo que estamos viendo ahora mismo en la península del norte. El primer acto de gobierno es prolongar el gobierno, un escenario caligulesco, echando mano de mentiras, chantajes, sobornos, ocultamiento y burdas maniobras que intentan a la desesperada validar lo indefendible.
No recuerdo un escándalo local, nacional con potenciales repercusiones internacionales tan grandes como las trampas del señor Bonilla (el que quiere prolongar su mandato). Está sembrando una fuente de inestabilidad y unos demonios de desorden autoritario que no vivíamos desde antes de la creación del IFE.
Y quien debería poner orden en todo esto es la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sin embargo, no ha admitido ninguna controversia por una añagaza técnica: la reforma que prolonga el mandato “no ha sido publicada”. Todo un ejemplo de formalismo procesal para meter la cabeza a tierra ante una violación constitucional de dimensiones monstruosas.
De modo que el peor episodio de regresión autoritaria que recuerde el siglo XXI mexicano pende de la grilla de los jueces. Pues ellos mismos han emitido otros recovecos (sentencias) que les permiten seguir en la comodidad de su formalismo.
El Presidente López Obrador ya dejó ver lo que hay detrás de la maniobra: la Corte no puede resolver controversias de inconstitucionalidad tan graves en un plazo, digamos, de quince días. La toma de posesión de Bonilla es el primero de noviembre. De modo que la trampa consiste en aguantar la publicación lo suficiente para que la Corte declare que no puede atenderlo dados los tiempos y que, en consecuencia, procede sobreseer, dejar que la aberración se consume (esta observación fue hecha hoy mismo por Roberto Gil Zuarth).
¿Será este el escenario que nos depara la trama de Baja California? Es extremadamente grave; es un problema de Estado; aquí se está jugando la vigencia, en sus mínimos, del Estado democrático. El comienzo de una tiranía.