Fue encontrado muerto en un pestilente galerón que ni las ratas aceptaban por morada. Muerte anónima de un mexicano que ni al derecho de identidad accedió en su último suspiro. Muerte en Pachuca, que de «La Bella Airosa», en invierno se transmuta en la «Bella Gélida».
Ese hombre de unos 44 años quizá el destino no lo hubiese programado para morir… si hubiese permanecido en el albergue instalado dentro del Programa de Emergencia del Concejo Municipal, donde encontraban refugio seres humanos en desgracia y la desnuda calle como «residencia en la tierra».
Ahí había camas, cobijas, alimentos, bebida caliente, atención médica 24 horas y por si fuera poco, atención veterinaria para sus perros acompañantes.
Eso no gustó al nuevo alcalde, Sergio Baños. ¿Por qué razones? Misterio…quizá no insondable del todo.
El viernes 18 de diciembre los empleados municipales ejecutaron la orden de desmantelar el refugio y los indigentes, algunos muy enfermos, fueron abandonados, otra vez, a la calle, incluida una familia con tres niños.
En medios periodísticos y redes sociales estalló la indignación ciudadana, y eso hizo que el alcalde, no precisamente rectificara, sino solo modificara su decisión. No hizo reinstalar el albergue con todos los servicios, sino que los envió al galerón más deteriorado, frío, sucio y pestilente que encontraron los empleados municipales.
Ahí pasaron la madrugada del sábado 19, ateridos, unos 20 seres humanos desesperanzados, minado ya el poco ánimo de vivir otra navidad y otro comienzo de año.
Cuando el alcalde Sergio Baños, a primera hora del lunes 21, llegaba a cortar el listón inaugural de un comercio en la «zona fifí» de Pachuca y con gesto displicente entrega sus lentes a un asistente, en esos precisos momentos ese hombre derrumbado en un camastro del galerón era encontrado ya inerte, con las pupilas apagadas, la máquina vital inanimada. Sin nombre ni historia personal que contar.
Los pocos acompañantes despiertos musitaron las pocas oraciones que pudieron recordar, para el compañero ocasional que pasó a engrosar las filas de los prescindibles. Los que nadie recordará.
Porque quizá, la única constante en los políticos es la que, como a Sergio Baños, les impele a eliminar, destruir lo poco que se haya hecho bien por el antecesor en el puesto, lo que generalmente genera un lastimoso desperdicio de recursos públicos.
Pero en el caso del albergue, esa decisión de Baños redujo a seres humanos a la categoría de… desperdicios municipales.
De regreso a su oficina, el alcalde Baños se dispuso, curiosamente, a corregir otra de sus metidas de pata: había pasado por alto la legislación de «equidad de género» y así las cosas, despidió de un plumazo a cinco funcionarios nombrados pocos días antes y procedió a dar posesión en las respectivas carteras al mismo número de mujeres.
Al menos en ese caso particular ¡Sí pudo corregir!