Areli Quintero volvió a presentar evidencia de una forma de la corrupción de Manuel Bartlett. El presidente López Obrador volvió a defenderlo contra toda razón. Yo vuelvo a criticarlo con ella (lo hice aquí y aquí). No hay campaña contra su persona, hay crítica dada la evidencia histórica. La gran mayoría de la producción política de Bartlett es negativa, sin importar la retórica del presidente ni las mentiras y amenazas del director de CFE.
Entre los hechos bartlettianos se han colado varios pequeños mitos, “sostenidos” por sus asistentes: “es un hombre brillante y un político intelectual”, “es el mejor gobernador que ha tenido Puebla”, “es un servidor incorrupto”, “es uno de los grandes enemigos históricos del neoliberalismo”, “es liberal” y “es un demócrata”. Son seis proposiciones no sólo interesadas sino tramposas, hiperbólicas y finalmente falsas. No han tenido ni tendrán el éxito que los bartlistas desean, pero destruyámoslas de nuevo.
Los tres primeros mitos son los más fáciles:
1. “Brillante e intelectual”. Es un hombre calculador, y muchas veces racionalmente calculador, no siempre: hay que ver el estado que guarda su nombre. Bartlett es dueño de una de las peores reputaciones políticas de nuestros últimos cincuenta años. Y no es algo injusto. Si fuera un calculador casi perfecto, en relación tanto con sus intereses subjetivos coyunturales como con el interés objetivo histórico –de veras pasar bien a la Historia-, el apellido Bartlett no estaría como está. Y no hoy, desde hace décadas. Creer que su pésima reputación es producto de incesantes y perversas campañas psicológicas es algo que nadie cree, ni siquiera el falso jurista que lanzó la “tesis” (su nombre, sólo conocido en Puebla, me produce asco, por lo que no lo mencionaré). Sobre si Bartlett es un político intelectual, un par de preguntas tiran todo el teatro: ¿qué libro suyo leemos o seguimos leyendo, seamos académicos, periodistas o políticos? ¿Cuál tendríamos que leer para no perder?
2. “El mejor gobernador de Puebla”. Soy poblano y sigo estudiando a Puebla desde la ciencia social y esa “conclusión” es una de las más tontas que he visto en mi vida. Ya he escrito sobre eso…
3. “No es corrupto”. Bastan dos expresiones con dos cuerpos de evidencia: Bartlett Bienes Raíces y Bartlett SA de CV.
Dediquemos un poco más de tiempo a los otros tres mitos:
4. “Es un antineoliberal”. Desde hace no tantos años como algunos creen, y más en la retórica que en la práctica. Les recuerdo: Bartlett fue secretario de Gobernación del neoliberal Miguel de la Madrid. Todo el sexenio. Y tras el fraude del 88 estuvo muy cómodo con un tal presidente Salinas. Cuatro años en la SEP. Cuando se encumbró a una tal Elba Esther. No he encontrado verdadera evidencia de que Bartlett haya (sobre)vivido en la resistencia interna al salinismo. Aún más: Carlos Salinas prácticamente le regaló la gubernatura de Puebla en 1992. Al permitirle ser el candidato del fraudulento PRI. El 92 es anterior a la alternancia presidencial, anterior a la reforma democratizadora del 96, y muy anterior a la extinción de lo que llamo “enclave autoritario poblano” como tal. Entonces, ¿por qué Bartlett no criticó el neoliberalismo y a los neoliberales de 1982 a 1992? Las preguntas se imponen: ¿cobarde? ¿O era neoliberal en ese momento? ¿Era y sigue siendo un simple convenenciero? Tan poderosa es la fantasía de los bartlistas, los de siempre y los llegados del obradorismo, que han de creer que el neoliberalismo comenzó con Zedillo. La fantasía es que cuando Bartlett está en el gabinete no puede haber neoliberalismo.
5. “Es liberal”. No lo es. Porque es un “nacionalista revolucionario”. El liberalismo no es “nacionalismo revolucionario”, que es en realidad autoritario (y la expresión “liberalismo autoritario” de Lorenzo Meyer es muy imprecisa y problemática); por lo mismo, el “nacionalismo revolucionario” no es liberalismo. Y tampoco es socialdemocracia. Porque no puede haber socialdemocracia sin régimen político democrático. El sistema priista que ama Bartlett no era una democracia ni un Estado de Bienestar –era un autoritarismo electoral y corporativo que no tuvo tan grandes beneficios para la mayoría de los mexicanos de todo su periodo.
6. “Es un demócrata”. Claro, ¡el valiente demócrata que enfrentó al dictador Zedillo! La realidad es que, además de que Bartlett no tenía mejor opción, Zedillo era un presidente con mucho menos poder que sus antecesores e iba de salida. Ya habían ocurrido el aceleramiento de la Transición, el desgaste de la presidencia y el PRI, la muerte de ese partido como fuerza hegemónica y la muerte de la mayoría legislativa federal priista. ¿Y sobre el 88? Ah, llegamos a una de las cumbres de la “ciencia” bartlista y obradorista, como se ve en las “redes sociales”; prepárense, es una conclusión hipercientífica e hiperlógica: “en el 88 no hubo fraude electoral, lo hubo en 2006 y 2012”. Sin duda… La Lógica de la que carecen, usada sobre los datos que no les importan, dice que sería lo contrario, por dos vías: a) si hubo fraude en 2006 y 2012, con un sistema electoral mejor que el del 88, en el 88 necesariamente hubo fraude, con un sistema electoral peor que cualquiera posterior; b) como el sistema electoral de 2006 y 2012 no era igual ni peor al del 88, que haya habido fraude en el 88 no significa necesariamente (cuando menos) que lo haya habido en 2006 y 2012. No al revés. Con un complemento: el sistema electoral de 2018, con el que democráticamente ganó la presidencia López Obrador, no sólo es muy distinto del de 88 sino es esencialmente igual al de 2006 y 2012. Pero no hay cómo mantener en una comunicación lógica a los pejebartlistas, así que no los machaquemos más con desdoblamientos lógicos. Despidámonos de ellos con una pregunta también perturbadora: ¿por qué no hubo ninguna reforma política democratizadora con Bartlett en Gobernación? No hubo ninguna de liberalización política al nivel de la del gran Reyes Heroles y ninguna de democratización como la de Zedillo. Ni siquiera hubo reformas como las que tuvo que hacer Salinas. Sin Bartlett. La reforma electoral del 86 es casi irrelevante desde la perspectiva (pro)democrática: aumentó el tamaño de la Cámara de Diputados, pero introdujo la “cláusula de gobernabilidad” a favor del PRI. Eso fue lo que hizo el secretario de Gobernación Bartlett. Eso y obstaculizar y ralentizar la transición antiPRI cada vez que pudo.
Vuelvo a preguntar: ¿dónde está el Bartlett que defienden con rabia en el obradorismo?