Borolé super star

Borola Tacuche es hija de Telesforo y Natalia, y hermana mayor de Ruperto. Proviene de una familia acaudalada de la capital y es emblema de la mujer que lucha por quienes quiere con imaginación y osadía. Por traviesa, desde niña hizo sufrir las de Caín a su tía y tutora aunque su amigo Regino Burrón le pidiera humildad y prudencia. Nada más natural entonces que, entre esos contrastes, naciera el amor. 

Cristeta aceptó el matrimonio de Borola y Regino a pesar de las diferencias de clase y las peticiones de potentados que pretendían a la “Güereja”, incluído el conde de Mirachueco. Lo que no pudo hacer la ricachona fue ayudar económicamente a su sobrina porque lo impidió Regino (orgulloso peluquero hijo de Telésforo de quien aprendió el oficio). Del matrimonio nacieron dos hijos, Macuca y Regino, “El Tejocote”. Completó la familia Foforito, hijo de Susano Cantarranas y Lucy Yadira, “La Gitana”. Don Susanito, como le dicen de cariño, es un contumaz bebedor de caldo de oso, vulgo pulque, y tan encandilado como el gallo, según un amplio curriculum que incluye a La güera Pichardo, Nancy Carola, Betina Débora y “La Divina Chuy” de apellido Chicuil, quien fuera el amor de su vida.

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No hay registro hemerográfico que permita fechar cuándo, por primera vez, Borola Tacuche salió a torear a la broza en los senderos del glamour. Desconocemos las circunstancias en que lo hizo pero alguna vez, como ella afirma, “levantó la patita” y fue “la mamá de todas las encueratrices de la canica y sus orillas”. Ignoramos la edad que tenía cuando se dedicó a esa profesión además de haber sido albañil, luchadora, taquera, piloto, chofer y revolucionaria (cargando su mosquetón), entre otras lides con las que defendió a su familia de la pobreza, ya que en la peluquería de su esposo, “El rizo de oro”, a veces no se paraban ni las moscas.

Borola fue una vedette internacional. Famosa como “Madame Borolé”, de apellido Tacuchoff, también le decían “La boa” y “La diabólica víbora”. Fue dueña del esqueleto más distinguido, lo zarandeó mandando picoretes al aire como quien lanza promesas de amor. El “Teatro Alegría” fue testigo de su canija presencia y de las loas que le rindieron. El diputado Volovanes puso su acharolado carro a sus órdenes, un rico ganadero le prometió que le llenaría la bodega (léase la boca) con filetes así de gruesos y el senador Pitirijas le prometió las mejores prendas. Todo eso lo rechazó en el nombre de su familia aunque en cierta ocasión estuvo a punto de divorciarse de su esposo por tales causas. Incluso, esa noche una multitud la llevó en hombros hasta su jaula.

Esto sucedió hace un chorro de años y, aunque la flaca ha querido reverdecer laureles, no ha sido posible. Por ejemplo el 1 de diciembre de 1974 pidió chamba como primera bayadera y sólo pudo ser cigarrera en el cabaret “Patada y ritmo”, o el 7 de febrero de 1997, cuando los empresarios don Zotico Salpicón y Lukas Simonete (el zar de los espectáculos) la rechazaron, así le dijeron al mirarla en traje de rana y aún echando pasitos de mucha garra. Hay que entenderlo: los años no pasan en balde y las encueratrices deben tener abundantes carnes para que el sexo feo las pueda pellizcar. El caso es que a la reina de las tablillas de antaño no le bastó mover chabocho las macizas ni cantar “El Cuchichí”, la melodía que la catapultó al éxito:

Haciendo así, Cuchichí,
Las chicas recorren las calles de París
Cantando el pegajoso estribillo
Del Cuchichí

Siempre estoy de pachanga,
Todo lo veo con alegría
Al gozarla noche y día
Del Cuchichí

El ambiente de la carpa no era fácil. En el mundo de Gabriel Vargas, creador de “La familia Burrón”, el público también se desternilla de risa con las palabrotas de mecapalero de los cómicos o el que ese mismo público profiere contra la exótica. Que a doña Borola le gritaran “Araña zancona” mientras movía su comburente anatomía tampoco era sencillo, menos aún que le quisieran besar las manoplas a la menor provocación.

Las exóticas con las que Borola compitió, entre otras, “La cuadrilona”, se protegían con calzones de aire sostenidos con hilo dental, tenían un busto apantallador y abundancia en la zona del aguayón mientras que a ella le decían esqueleto rumbero, lo cual, un día, suscitó una batalla campal entre Mona Belinda, “La resbalosa”, y doña Burrón que terminó hasta que las dos acabaron bien sonajiadas. No importó el garbo de la flacucha y sus pasitos cachetones, antes rodeada de admiradores, cubierta de abrigos de mink y estolas traídas de tierras lejanas. Y lo intentó muchas veces, testaruda, sin poder presentarse ni en el lugar más furris. La única vez que lo hizo fue en el cuchitril “Carpa Cachita”, un domingo 5 de febrero de 1978; en aquella ocasión fracasó en su primer acto por salir casi a cuero pelón pero luego por poco cae la carpa con los alaridos que provocaron los éxitos “San Luis blus” y “Cuchichí”, que bailó como anguila. Ella lo dijo ante fotógrafos y periodistas: “El triunfo de hoy pude haberlo tenido en Londres, París o Nueva York”. Pero más allá de hurras esa vez a Borola se le olvidó cobrar su sueldo de 50 pesos al salir despavorida por ser las once de la noche y temer a la furia de su sotaco esposo.

Lo importante es que esta figura internacional no se quedó quieta y siempre enfrentó la vida con ímpetu y picardía, su optimismo siempre se comió a lo viejo o casi porque a la revista impresa donde asentó su hogar, al final, la deglutió lo nuevo. Ella fue heroína. Aunque su familia la regañara, en realidad siempre la quiso y admiró.

Borola Tacuche de Burrón siempre enfrentó a la canija miseria anteponiendo a su enanín y a sus pirrimplines (a quienes su creador, Gabriel Vargas, llamó así en honor de un pequeño y famoso payaso de principios del XX llamado “Pirrimplin”). Protegió a los prole con la apariencia de ser de la alta sociedad -porque la mayor vergüenza de los pobres es parecer pobres- y así aparentó impulsar obras de caridad para convocar a los vecinos del Callejón del Cuajo número chorrocientos chochenta y chocho, en el Distrito Federal a luchar contra la miseria. Aunque fuera nada más por eso siempre se desgranarán las ovaciones en su honor.

Madame Borolé estará para siempre en las marquesinas.


Borola Tacuche de Burrón. Personaje ficticio, también se le conoció como “La exótica loca”. Jefa de “La familia Burrón”, creada por Gabriel Vargas Bernal en 1948 para una publicación periódica que duró, ininterrumpidamente, hasta el 26 de agosto de 2009.

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