lunes 08 julio 2024

Borolé Superstar 

por Marco Levario Turcott

Borola Tacuche es hija de una familia acaudalada de la ciudad de México y emblema de la mujer que lucha a brazo partido por las personas a las que quiere, sin mediar tregua a la imaginación y la osadía. 

Desde niña hizo sufrir las de Caín a su tía y tutora, la millonaria Cristeta, por su carácter resuelto y travieso que la condujo a indescriptibles peripecias, aunque su amigo Regino Burrón, humilde y prudente, le pidiera sensatez. Nada más natural entonces que, entre aquellas tensiones infantiles, naciera el amor.  

Más tarde, la intrépida y el sensato se liaron en matrimonio, a lo que Cristeta no se opuso, a pesar de las diferencias sociales y las peticiones de ricachones que pretendían a Borola, incluido el mismísimo esposo de la condesa de Mirachueco. Lo que no pudo hacer la ricachona fue ayudar con money a su sobrina porque el orgullo de su consorte, peluquero de buena cepa, lo impidió. Borola y Regino tuvieron dos hijos, Macuca y Regino “El Tejocote”, y adoptaron a Foforito, hijo de Susano Cantarranas y Lucy Yadira, “La Gitana”. Don Susanito, como le dicen de cariño, es un contumaz bebedor de caldo de oso y tan encandilado como el gallo, díganlo sí o no sus novias Nancy Carola, Betina Débora y La Divina Chuy (de apellido Chicuil) quien quizá sea el amor de su vida.  

No existe registro hemerográfico que permita fechar cuándo, por primera vez, Borola Tacuche salió a torear a la broza en los tablados. Desconocemos las circunstancias en que lo hizo, pero no hay duda de que alguna vez, como ella afirma, “levantó la patita” y fue “la mamá de todas las encueratrices de la canica y sus orillas”. Y, quizá, sobre todo, ignoramos la edad en la que se dedicó a esa profesión, que llevó adelante además de haber sido albañil, luchadora, taquera, piloto, chofer y revolucionaria con su mosquetón, entre otras labores para defender a su familia de la pobreza, ya que en “El rizo de oro”, la peluquería de su esposo, a veces no se paraban ni las moscas.  

Borola fue vedette internacional. Conocida como “Madame Borolé”, de apellido Tacuchoff, y también como “La diabólica víbora”, dueña del esqueleto más famoso que zarandeó con jiribilla mientras mandaba picoretes al aire. El “Teatro Alegría” fue testigo de sus canijas actuaciones y de las loas que le rindieron.  

El diputado Volovanes puso su acharolado carro a sus órdenes, un rico ganadero le prometió que para ella llenaría la bodega con filetes así de gruesos y el senador Pitirijas le prometió las mejores prendas. Todo eso lo rechazó en el nombre de su familia. Incluso, esa noche una multitud la llevó en hombros hasta su jaus. Pero eso sucedió hace un chorro de años y, aunque la flaca quiso reverdecer laureles, no le fue posible. Por ejemplo, el 1 de diciembre de 1974 pidió chamba como primera bailarina y logró ser cigarrera en el cabaret “Patada y ritmo”, o el 7 de febrero de 1997, cuando los empresarios don Zotico Salpicón y Lukas Simonete (el zar de los espectáculos) la rechazaron, así le dijeron al mirarla en traje de rana y aun echando sus pasitos de mucha garra.  

Pero los años no pasan en balde y las encueratrices debían tener abundantes carnes para que el sexo feo las pudiera pellizcar. El caso es que a la reina de las tablillas de antaño no le bastó mover chabocho las macizas ni cantar “El Cuchichí”, la melodía que la catapultó al éxito: 

Haciendo así, Cuchichí, 

Las chicas recorren las calles de París 

Cantando el pegajoso estribillo 

Del Cuchichí 

Siempre estoy de pachanga, 

Todo lo veo con alegría 

Al gozarla noche y día 

Del Cuchichí 

El ambiente de la carpa no era fácil. En la atmósfera de Gabriel Vargas esto significaba que el respetable se volcara de la risa con las palabrotas de mecapalero de los cómicos que avergonzarían a la “Adelita” (a pesar de que anduvo entre la tropa) o que lance tejocotes, disgustado por la falta de gracia. Que le gritaran “¡araña zancona!” mientras movía su sensual anatomía tampoco era sencillo, o que le quisieran besar las manoplas a la menor provocación.  

Las exóticas con las que Borola debió competir, como “La cuadrilona”, se protegían con calzones de aire sostenidos con hilo dental y, sobre todo, tenían un busto apantallador y abundancia en la zona del aguayón mientras que a ella le decían “esqueleto rumbero”, lo cual, un día, suscitó una batalla campal entre Mona Belinda, “La resbalosa”, y doña Burrón que terminó hasta que las dos acabaron bien sonajiadas.  

Qué importa el garbo de la flacucha y sus pasitos cachetones, antes rodeada de admiradores que le besaban las manoplas y cubierta de abrigos de mink además de estolas traídas de tierras lejanas. Y lo intentó muchas veces, testaruda, sin poder presentarse ni en el lugar más furris. La única vez que lo hizo fue en un cuchitril llamado “Carpa Cachita”, el domingo 5 de febrero de 1978; en aquella ocasión fracasó en su primer acto por salir a cuero pelón, pero luego casi se cae la carpa con los alaridos que provocaron los éxitos “San Luis blus” y “Cuchichí”, que bailó como anguila. Ella misma lo dijo ante fotógrafos y periodistas: “El triunfo de hoy pude haberlo tenido en Londres, París o Nueva York”. Pero más allá de hurras y aplausos, aquella vez a doña Borola se le olvidó cobrar su sueldo de 50 pesos al salir despavorida por ser las once de la noche y temer a la furia de su zotaco esposo.  

Lo importante, a pesar de todo, es que esta figura internacional no se quedó quieta y siempre enfrentó la vida con ímpetu y picardía. Su optimismo siempre se comió a lo viejo o casi, porque la revista que fue su hogar fue deglutida por lo nuevo. Fue una heroína, como sea. Aunque su familia la desaprobara, en realidad la admiró y quiso. Borola Tacuche siempre enfrentó la canija miseria anteponiendo a su enanín y a sus pirrimplines. Incluso tuvo energía para inyectar ánimo a sus vecinos de la vecindad del Callejón del Cuajo número chorrocientos chochenta y chocho, en el Distrito Federal: nada más por eso siempre se desgranarán las ovaciones en su honor.  

Ahora en este Diccionario, “Madame Borolé” estará para siempre en las marquesinas. 

Personaje ficticio, también se le conoció como “La exótica loca”. Jefa de “La familia Burrón”, creada por Gabriel Vargas Bernal en 1948 para una publicación periódica que duró, ininterrumpidamente, hasta el 26 de agosto de 2009. 

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