El 2020 está por terminar y por iniciar los recuentos de lo que pasó en los 12 meses que acaban. ¿Dejó algo bueno el año que finaliza, qué de todo lo malo hay que destacar, quién se salva del ridículo ante el escenario implacable en que se han vuelto las redes sociales? Cada quien, de seguro, tendrá algo que apuntar en su particular balance de los 365 días que han pasado, pero por mientras permítanme compartir el de un servidor, esperando que cada quien pueda aportar algo más a esta lista.
Lo bueno
Y sí, a pesar de la pandemia, hubo algunas cosas positivas que nos deja el 2020. La principal, quizá, es la conciencia que dejó respecto a la necesidad de adoptar medidas de higiene para no propagar algunas enfermedades. A partir del año que termina, este tipo de hábitos llegaron para quedarse y mucha gente seguirá practicándose a pesar de que las vacunas y los tratamientos médicos permitan superar las epidemias como las que vivimos el año que termina.
También, entre lo positivo, está la revalorización del papel del personal médico. Nunca antes se había puesto en evidencia la importancia de su función, algo que esperemos provoque no sólo reconocimientos efímeros, sino todo el respeto que se merecen enfermeras, asistentes, especialistas, doctores y demás personal.
Otro aspecto a resaltar es aquel que muestra a una parte importante de la ciudadanía que cuestiona la manera en que el gobierno hace las cosas, exigiendo mejores resultados, como en los casos del abasto de medicinas, el uso político de la vacuna y otros ejemplos más.
Algunos dirán que también entre lo positivo está la unión de la oposición partidista para las elecciones de 2021, pero sus resultados están por verse y aunque es un paso positivo, hay que tomar con pinzas la decisión.
Lo malo
La pandemia por sí misma es la peor noticia que tuvimos en 2020 con su estela de más de 120 mil muertos en el país, algo que tomó fuera de lugar al país entero. De esto no queda la menor duda, por lo que festejar o decir que cayó como anillo al dedo para consolidar algún proyecto político es una muestra de insensibilidad.
Pero aparejadas a la crisis de salud, tuvimos aún malas noticias en materia de inseguridad, con índices que crecían o bajaban, pero sin que el problema principal se pudiera resolver de raíz, como prometió el candidato que presumía haber recorrido todos los municipios en varias ocasiones y ofrecer resultados nada más llegar al poder. Pues llegó y la inseguridad sigue ahí.
La economía tampoco es algo que se pueda presumir, con el nulo crecimiento, la pérdida de empleo y una inflación que ya empieza a hacer de las suyas en los bolsillos de los mexicanos.
Pero quizá lo que encabece la lista de temas negativos en 2020 es un gobierno que se niega a dialogar con todos, que se cierra y dice que con el respaldo de 30 millones de votantes –entre los cuales ya hay muchos arrepentidos– es suficiente para tomar decisiones que afectan a toda la población.
Esta falta de diálogo ha hecho que se margine en la práctica a muchos mexicanos que con su experiencia, buena o mala –ahorita decimos por qué–, podrían aportar a la solución de los problemas que enfrentamos, pero que no son tomados en cuenta por no ser parte de la corte que acompaña al presidente, pues si se trata de políticos que dejaron de ser priístas, pero pasaron por la pila bautismal del tabasqueño redentor, se convierten en políticos válidos libres de toda sospecha de corrupción –a pesar de sus resultados previos–, dejando fuera a otros más capaces cuyo único pecado es no ser amigo del actual mandatario o haberlo ayudado en sus campañas anteriores.
Para cerrar este apartado, algo de lo malo que tuvimos en 2020 fue la clase política de todos los partidos exhibiéndose a sí misma a través de selfies o videos, desde la diputada por Nayarit hasta el senador por Nuevo León, pasando por miles de funcionarios públicos que exigen que su imagen sea vista en los boletines, artículos que escriben para los medios o en sus redes sociales. Nadie se salva de este aspecto que se resume en una sola palabra: promoción.
Lo ridículo
Las redes sociales se han convertido en un escenario que desnuda a todos los que tomamos parte de las funciones que a diario se presentan en este espacio. Desde aquellos que comparten su vida personal hasta los que fingen ser alguien más gracias al anonimato que ofrecen.
Y es precisamente en este ámbito en que tenemos los mayores ridículos de 2020, desde los que dicen que el subsecretario de salud es casi un santo hasta los que se dedican a criticar por el más mínimo motivo a la esposa del presidente.
Los primeros forman parte del grupo de defensores del actual gobierno, buscando la manera en que todo se vea como un logro de su movimiento, desde el triunfo de Sergio Pérez en la Fórmula Uno hasta la llegada de las vacunas, pasando por la detención/liberación del general Cienfuegos. Son simples fanáticos que renunciaron a la capacidad de razonar con tal de agradar a sus amos.
De los segundos, se trata de quienes visceralmente eligen qué palabras escribir, buscando el más mínimo motivo para atacar a alguien que sólo sirve de distractor de lo verdaderamente importante. Por cierto, entre este grupo también se ubican muchos de los que atacan a la alianza Va por México, quejándose diariamente del actual gobierno federal y sin importarles la incongruencia en la que caen.
¿Ustedes, ya hicieron su lista?