¿Cuál es el sentido o la razón de ser de un gabinete presidencial? En principio, se trata de un conjunto de colaboradores del primer magistrado de la nación, que constituye su equipo de trabajo a efecto de realizar la gestión de los asuntos públicos de manera profesional y expedita. Un gabinete cuenta con personas responsables de distintas carteras, todas ellas relevantes para garantizar el acceso a bienes y servicios necesarios para la sociedad, para impartir justicia y también para garantizar la paz y el orden a nivel interno y la soberanía e integridad territorial, amén de llevar a cabo las relaciones con el resto del mundo.
Existe un viejo debate sobre los alcances de un gabinete, toda vez que si bien, al menos en teoría, su tarea estriba en velar por el bien común, lo cierto es que, en numerosas ocasiones trabaja a favor del régimen en turno, lo que tergiversa su razón de ser, puesto que, en este segundo caso, opera en beneficio de una reducida élite, no de la mayoría de la población.
En México, el presidente cuenta con amplios márgenes de maniobra para designar a su equipo de colaboradores. Puede investir a las personas que considere que son idóneas para desempeñar las tareas propias del ministerio que corresponda, sea por sus capacidades, o bien por el contexto político imperante. Los cambios en el gabinete pueden obedecer a las razones más diversas, como el deceso del titular de una determinada cartera, enfermedad, mala gestión, premios políticos, repudio social, reasignación de tareas, presiones internas o internacionales, etcétera. También ocurre, ya en la recta final del gobernante en turno, que se producen ajustes y cambios en el gabinete de cara al proceso electoral para elegir al sucesor del mandatario. Generalmente, es del gabinete de donde suelen emanar los candidatos a la presidencia y, en la inmensa mayoría de los casos, el sucesor del presidente en turno.
Los ministerios de los que los miembros del gabinete son responsables, pueden cambiar con el paso del tiempo o bien, pueden surgir nuevas dependencias. En el gobierno de Ernesto Zedillo hubo 39 secretarios, uno de ellos removido de su cargo a días de haber asumido. Asimismo, la hoy Secretaría de la Defensa Nacional fue antaño la Secretaría de Guerra; el otrora Departamento del Distrito Federal hoy es la Ciudad de México; existió también una Secretaría de Pesca y una Secretaría de Programación y Presupuesto, como también una de Recursos Hidráulicos. En el presente gobierno nació la Secretaría de Cultura.
En la actual administración, en los primeros cuatro años del gobierno de Enrique Peña Nieto, se produjeron 15 cambios entre los miembros de su gabinete en dependencias como la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Educación Pública, la Comisión Nacional del Agua, la Secretaría de Desarrollo Social, la Oficina de la Presidencia, la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Secretaría de la Función Pública y la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, entre otras. A principios de 2017, hubo otro ajuste más, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Secretaría de Hacienda y la Secretaría de Cultura, en el primer caso por el arribo de Donal Trump a la presidencia de EEUU y en el segundo por el deceso del primer titular que tuvo el nobel ministerio.
Este recuento viene al caso de los cambios en el gabinete que ha experimentado el gobierno del vecino país del norte, donde, a escasos siete meses de haber asumido la presidencia, Donald Trump ha tenido nueve ajustes en su círculo de colaboradores más cercano, por escándalos y renuncias ampliamente documentados en los medios de información. A este paso, Trump podría superar en breve tiempo y cuantitativamente hablando, el número de nombramientos que ha tenido el gobierno de Enrique Peña Nieto, con la enorme diferencia de que éste último lleva cinco años en el cargo en tanto Trump todavía está a cinco meses de cumplir apenas su primer año en el poder.
En el caso de Trump, las renuncias y cambios comenzaron muy temprano en su administración. Fue a escasos 11 días del inicio del gobierno del controvertido presidente estadunidense que la fiscal interina Sally Yates fue despedida, acusada de “traición” por el propio Trump, al no defender en las cortes la orden ejecutiva de éste, encaminada a suspender la entrada a Estados Unidos de nacionales de siete países musulmanes. Esta disposición no sólo provocó la ira de los países indiciados, sino de diversos círculos políticos y académicos de la Unión Americana, por considerar que resultaba violatoria de diversas normas en el terreno de los derechos humanos, además de ser poco eficaz como acción encaminada supuestamente a salvaguardar la seguridad de la nación.
El especialista en relaciones públicas Mike Dubke, fue el siguiente en dejar el barco de Trump a tan sólo 86 días de ocupar la Dirección de Comunicaciones de la Casa Blanca. En este caso renunció a tan importante responsabilidad, si bien se considera que, en realidad, fue despedido. Su renuncia estuvo relacionada con la frustración de Trump respecto al manejo de la política de comunicación de Dubke en medio del escándalo por las relaciones de aquel con Rusia y la interferencia de Moscú en los comicios presidenciales estadunidenses de 2016.
A continuación, una de los casos más sonados entre las numerosas defecciones que ha debido enfrentar Trump, fue la del director de la Oficina Federal de Investigación (FBI), James Comey, a cargo de investigar justamente los nexos entre la campaña presidencial de Trump y autoridades rusas. Comey sólo estuvo 110 días en el cargo y compareció ante el Congreso de su país, donde reveló que desconfiaba del presidente. Asimismo dijo que se reunió en varias ocasiones con Trump y que para evitar que éste mintiera sobre los temas tratados en dichas reuniones, registró todas las conversaciones que sostuvieron.
El general Michael Flynn, asesor de seguridad nacional de Trump, con tan sólo 23 días en el cargo, fue el siguiente en caer, luego de haber mentido en torno a una conversación que sostuvo con el embajador de Rusia en Washington, poco antes de haber sido incorporado al gabinete de Trump.
A continuación, el Secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, cuyo cargo ya se tambaleaba desde la renuncia de Mike Dubke, dejó el cargo que ocupó a lo largo de 183 días. Como se recordará, Spicer tuvo fuertes enfrentamientos con los medios de comunicación de su país. Los acusó, el día de la asunción de Trump como Presidente, de “minimizar” a la multitud que acudió a su investidura. Afirmó que el evento reunió a más gente de la que hizo acto de presencia a la toma de posesión de Obama, cuando en su primera elección y también en su reelección, tuvo en los sendos actos inaugurales más público. Por si fuera poco, el 11 de abril Spicer opinó en torno al ataque con armas químicas perpetrado en el pueblo de Khan Shaykhun y en su crítica a las autoridades sirias afirmó que ni siquiera Hitler, en la segunda guerra mundial, empleó armas contra su propio pueblo. La comunidad israelí lo criticó ampliamente, dado que el pronunciamiento coincidió con la pascua judía, por lo que al día siguiente, Spicer se disculpó. Su renuncia se produjo como protesta por la designación, por parte de Trump, de Anthony Scaramucci como nuevo Director de Comunicaciones de la Casa Blanca.
Al llegar Scaramucci a la dirección de comunicaciones, el portavoz de Trump, Michael Short fue despedido y previamente el propio Scaramucci había avisado que lo echaría del cargo debido a su pésimo desempeño. Luego vino la dimisión de Reince Priebus, jefe de gabinete de Trump a 189 días de ocupar esta responsabilidad. Priebus se fue por su propia voluntad y dijo que lo hizo en buenos términos pues no había nada reprochable en su desempeño, si bien, previamente, Scaramucci se refirió a él como “un jodido paranoico-esquizofrénico.”
Scaramucci, desde su arribo, sembró la discordia, por lo que no debe sorprender que a tan sólo 10 días de ser designado como Director de Comunicaciones, fuera despedido. En su efímera estancia en aquella responsabilidad, concedió una entrevista a The New Yorker donde se refirió de manera insultante y despectiva a diversos colaboradores de la administración Trump.
Otras renuncias o despidos de personajes cercanos a la administración de Trump incluyeron a Katie Walsch, subjefa de gabinete en la Casa Blanca y que fue señalada por Reince Priebus como fuente de filtraciones; Walter Shaub, quien ocupó la jefatura de la Oficina de Ética gubernamental y que afirmó que los estándares éticos en la Unión Americana dejan mucho qué desear; Mark Corallo, portavoz del equipo del equipo de abogados que defiende a Trump ante la controversia con Rusia; y el propio Mark Kasowitz, jefe del mismo equipo de abogados.
La inmensa mayoría de los despidos tienen que ver con la política de comunicación social de la Casa Blanca y con la controversia que circunda a la administración de Trump por la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016. Todo apunta a que la seguridad nacional de la Unión Americana se ha visto comprometida por el tema ruso, por las dimisiones en sí y también por las dificultades que tiene Donald Trump para comunicarse con la sociedad y el mundo. No ayuda, ciertamente, la verborrea twittera del mandatario, quien, en el momento de escribir éstas líneas, ha hecho uso de esa red social con 35 590 mensajes –pero tan sólo 13 “me gusta”- en su cuenta @realdonaldtrump más otros 1000 tweets en su otra cuenta @POTUS –donde tiene 66 “me gusta.” La lógica señala que, si existe una oficina de comunicación social para el manejo de las relaciones públicas del Presidente, es redundante que Trump haga la chamba de aquella, lo que naturalmente crea varias versiones, malos entendidos, necesidad de “controlar el daño” por los dichos del mandatario, etcétera. A manera de comparación, Enrique Peña Nieto en su cuenta @EPN ha enviado poco más de 5 000 tweets, todos ellos con un tono oficialista, sea para dar cifras sobre los logros de su gobierno, para enviar condolencias cuando fallece alguna celebridad o bien, cuando se produce un suceso dramático en México o el mundo. Ese tono oficialista disgusta a muchos, porque revela que la institución presidencial en el país está, paradójicamente, muy alejada de lo que sus seguidores –muchos mexicanos- seguramente querrían encontrar. Los tweets de Peña Nieto no invitan ni a comentar ni a reflexionar sobre los problemas nacionales, como tampoco a cacarear los logros de su administración. Pero en el caso de Trump, que es el otro extremo, el desparpajo con el que aborda prácticamente cualquier cuestión, generalmente produce críticas e irritación del público, lo que también aleja al electorado del tipo de comunicación que esperaría tener con el magnate devenido en presidente. De manera más reciente, los dichos del presidente lo acercan a posturas racistas y afines al supremacismo blanco, lo que ha llevado a que los medios de información más prestigiados, incluido The New York Times califiquen al gobierno de Trump de “desastre ambulante.” Por supuesto que el nobel presidente, podrá escudarse en su ya característica acusación de las fake news o noticias falsas, cuando los medios pongan el dedo en la llaga a propósito de sus dislates. Pero se ha visto, al menos hasta ahora, que el peor enemigo de Trump no es Rusia, sino él mismo.
¿Qué es preferible? ¿La solemnidad de Peña Nieto o la frivolidad de Trump? Tal vez sería deseable un justo medio ¿cierto?