Por más lejos que se vea el fin del sexenio empieza a aparecerse. No se trata de que el Presidente piense en el final como destino único, sino más bien en cómo pretende y quiere llegar a ese momento, el cual será el de la evaluación de su gestión.
Por ahora lo que se diga cae en terrenos de luces y sombras. Es difícil tener el justo medio porque el ambiente se encuentra crispado. Sin embargo, se tiene que considerar también que, a pesar de la crispación, existe una convivencia política por más que a veces no sea muy civilizada que digamos.
Quizá se deba más a que la oposición está desarticulada, que a la voluntad del Presidente de entenderse con ella. López Obrador ha mandado algunos signos que bien se pueden interpretar como búsqueda de interlocución, pero también con estrategias que quizá intenten dividir a la oposición.
Habrá que ver qué significa el llamado a su equipo de exgobernadores y por lo que se ve el llamado que también hará a quienes el año que entra dejarán el cargo, señaladamente el caso de Oaxaca que con razón se reconoce como parte del PRI-Mor.
Está claro que muchas de las estrategias del Presidente necesitan tiempo para ser evaluadas. Lo que se aprecia es que muchas de ellas siguen caminando más por los caminos de las formas que por el fondo.
López Obrador ha cambiado algunos paradigmas, pero el gran asunto a atender estará en la evaluación de su sexenio, lo cual será la herencia que deje en materia de luchar contra la pobreza y en la construcción de mejores condiciones económicas y sociales de buena parte de la población.
Muchos de los cambios económicos que se ha propuesto el Presidente necesitan de tiempo para consolidarse y conocer sus alcances. Estamos ante cambios que difícilmente pueden, por ahora, apreciarse el tiempo va a terminar siendo el aliado o la evidencia de cómo muchas de sus políticas quedaron truncas y con poco alcance.
Algunos de sus programas emblemáticos han pasado por cuestionamientos que no debe pasar por alto el Presidente. A estas alturas del sexenio el gobierno debería atender la crítica, sin filias ni fobias, porque en diferentes instituciones se está evaluando y analizando de manera objetiva y propositiva. Lo que viene va a obligar a quienes encabezan la estructura oficial a verse ante el espejo, porque la terca realidad los puede alcanzar, lo que provocaría un revés colectivo porque está claro que buena parte de la ciudadanía sigue teniendo una enorme esperanza en la posibilidad de crear mejores condiciones de vida, las cuales el Presidente representa.
Algunos programas como Tandas para el Bienestar, que López Obrador quería articular con Jóvenes Construyendo el Futuro, según una fundamentada investigación de Animal Político están enfrentando problemas serios: “A año y medio del anuncio, no sólo se desconoce a cuántos jóvenes se ha apoyado, sino que quienes pagaron puntualmente el primer crédito, acumulan meses esperando que se le dé seguimiento al programa y tengan acceso al siguiente préstamo, de 10 mil pesos, pues lo que recibieron no fue lo suficiente para autoemplearse”.
El gobierno no se ha distinguido por transparentar lo que hace. Se concentra de tal manera la información que no quedan claras las instancias responsables de los programas.
López Obrador tiene que ir preparando su futuro pensando en resultados y en cómo quiere que al final lo vean. El tabasqueño representa un proyecto de país y es muy importante que al final le vaya bien porque, de lo contrario, generaría una desazón social ya que se acabarían las alternativas políticas, nos ha gobernado el centro, la derecha y ahora la izquierda y seguiríamos sin cambios transformadores.
RESQUICIOS
De nuevo el Presidente arremetió contra padres y madres de niños con cáncer señalando que son manipulados por las farmacéuticas. En medio del dolor, la vida y la muerte, una acusación de esta naturaleza se comprueba o termina en una dolosa mentira.
Este artículo fue publicado en La Razón el 22 de septiembre de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.