Cuando terminan su mandato un buen número de gobernadores y gobernadoras en lo primero que tienen que pensar es que no vayan a acabar en la cárcel.
En muchos casos prevalece la venganza política sin importar que sean del mismo partido. Chihuahua es un ejemplo cercano, el exgobernador se fue con todo en contra de la candidata de su partido, la cual al final resultó gobernadora. El lío está lejos de terminar, estamos viendo en estos días sólo el preámbulo.
El discurso del “no se trata de venganzas políticas” nunca se sabe en qué pueda acabar. Ningún ex, junto con sus funcionarios, puede sentirse tranquilo a partir de que terminan, más les vale traer un amparo bajo el hombro.
A menudo prevalecen las venganzas y los intentos por mostrar que los nuevos gobiernos son diferentes, se busca crear una imagen y un efecto político entre la población. Al paso del tiempo todo termina en el síndrome de “como me ves te verás”. Es cuestión de que finalice el “nuevo sexenio” para que se repita la historia.
Las acciones de los nuevos gobiernos no sólo pasan por la política o por los llamados “golpes de timón”. En muchos casos es cuestión de que se investiguen las finanzas para que estén a la vista todo tipo de irregularidades y actos de corrupción, los cuales eran vox populi entre los ciudadanos.
Es un hecho que por más candados que se tengan en los gobiernos siempre habrá alguien que abra puertas para entrar en la discrecionalidad y en la utilización de los aparatos de justicia a modo.
En pocos casos existe un genuino sentido del servicio, y si en algún momento se tuvo, no tarda mucho en desaparecer. El ejercicio del poder se ha convertido en un gran problema para la gobernabilidad. El poder pierde el sentido del servicio para convertirse en una feria de vanidades que incluyen a las familias y a los cercanos, quienes al paso del tiempo serán los primeros en correr.
Por supuesto que más de alguno y alguna buscan la manera de cambiar el sentido de las cosas; sin embargo, pareciera que les es difícil aislarse de las formas paralelas de ejercer el poder. Todas y todos prometen, pero al final entran en terrenos, en buen número de casos, del “corre por tu vida”.
El Bronco forma parte de estas historias. Desde hace años se dieron a conocer evidencias sobre el mal manejo de los dineros en su gobierno en su búsqueda de la Presidencia.
A esto se agrega que el nuevo gobernador lo traía en la mira desde sus tiempos de legislador, al tiempo que seguramente está echando a andar un acto de altos vuelos que repercuta en su imagen y que llame la atención de la sociedad.
Jaime Rodríguez fue un candidato independiente que se llegó a ver distinto en medio del hartazgo de los partidos en Nuevo León. Su triunfo fue considerado como una alternativa a las formas políticas; sin embargo, ya en el poder fue generando más dudas que certezas.
Su relación con el Congreso local fue muy complicada, porque no tenía alianzas con nadie. Los partidos políticos en muchos casos lo aislaron y lo fueron viendo como parte sólo de un momento esperando que terminara lo más rápido posible.
El Bronco creyó que podía ir más allá y se vio con la banda presidencial. Se la creyó y perdió de vista que lo primero que tenía que hacer era dejar la casa en buen estado, sobre todo porque en Nuevo León y en el Congreso lo tenían en la mira.
Más de algún ex se podrá ver pronto como El Bronco. La diferencia es que a la mejor cuentan con el apoyo de sus partidos o del Presidente, como en el caso de BC.
El Bronco, a diferencia de otros, sabe que está solo y Samuel lo sabe; estamos ante una historia conocida que seguramente en poco tiempo tendrá réplicas en otros estados.
RESQUICIOS
Dos comparecencias de enorme relevancia se hicieron inexplicablemente a puerta cerrada. Una tiene que ver con el futbol, su sentido de propiedad y lo que pasó en Querétaro. La otra fue la presencia del fiscal, quien en más líos no puede andar.
Este artículo fue publicado en La Razón el 18 de marzo de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.