Los mandatarios de todos los países desde que son candidatos trabajan en la construcción de la imagen que quieren proyectar a la ciudadanía.
A principio, para ganar la elección, y ya en el cargo como parte de la estrategia de comunicación que les permita generar consenso y evitar disenso durante su gestión.
Hay políticos que tienen más o menos claro la imagen que quieren proyectar, pero otros la deciden a partir de la asesoría de especialistas en el tema.
El candidato López Obrador por 18 años trabajó en la construcción de su imagen. Ya como presidente se ha mantenido en la misma línea.
Su imagen la ha construido a partir de cinco grandes atributos: Un político antisistema, víctima de los poderosos, salvador de la patria y un hombre del pueblo sencillo e incorruptible.
Este personaje, que es una construcción político-mediática, resultó muy atractivo en la elección del 2018. Más de 30 millones de electores votaron por él.
López Obrador, ya en la presidencia, ha seguido insistiendo sobre esos atributos. Todos los días en sus intervenciones mañaneras habla de ellos. Así quiere pasar a la historia.
El presidente al tercer año de su mandato mantiene un nivel de aceptación del 60 por ciento, que es muy semejante al de sus antecesores.
Estos en ningún momento, ya sea como candidatos o presidentes, tuvieron una presencia mediática tan intensa y amplia como la del actual presidente.
Su imagen, con sus atributos, está presente diariamente en todos los medios, pero a pesar de esto no logra una mejor valoración que los anteriores presidentes.
El resultado de las encuestas y grupos de enfoque muestran que los atributos de su imagen le funcionaron muy bien como candidato, pero ya no tanto como presidente.
Para proyectar su imagen ha recurrido a un único instrumento que son sus intervenciones mañaneras. No ha sido a partir de mostrar resultados contundentes sino solo a través de su estrategia de comunicación.
Ahora la imagen del presidente depende solo de ese instrumento, de su yo poderoso, que lo mantiene en los medios, pero con esa estrategia no incrementa los niveles de consenso en la población.
El presidente, de aquí a que finalice su gestión, dentro de tres años, seguirá haciendo lo que hasta ahora y lo más seguro es que sus niveles de aprobación se mantengan o bajen.
Es también probable que al término de su mandato el posicionamiento que tuvo en los 18 años de candidato y en los seis de presidente caiga de manera acelerada.
Ya no será el candidato que ofrece ser distinto a los demás y tampoco tendrá el instrumento que lo posiciona mediáticamente todos los días. Lo previsible es que los medios pronto lo olviden.