Si bien a estas alturas tenemos más elementos para identificar las variables de la pandemia, de hecho, las vacunas están en dicha línea y entendimiento, al mismo tiempo queda claro que nos defienden del virus, pero no impiden los contagios entre quienes son vacunados.
Es un enigma por qué no se depura el proceso de vacunación. Los avances no son del tamaño del número de vacunas que las autoridades aseguran se tienen, nos movemos entre altibajos en la aplicación del día tras día.
Sigue sin quedar clara la estrategia que permita vacunar a la mayor cantidad de personas, y que, por otra parte, sigue existiendo un buen número de ciudadanos que no quieren ser vacunados.
A estos escenarios se ha sumado el incremento de contagios entre personas jóvenes, lo que ha colocado la pandemia de nuevo entre nosotros de manera alarmante, hoy tenemos más contagios diarios que hace un año. Lo relevante está en que, debido a que los contagios son mayoritariamente entre jóvenes, las posibilidades de que se agudice la enfermedad pudieran bajar, el gran problema está en que no están vacunados.
El factor relajación está siendo un elemento clave en el incremento de los contagios. Entre la mayoría de los jóvenes no hay plena conciencia de lo que pueden padecer por más que quizá hayan visto los brutales efectos del virus en sus casas. En estos días se ha visto a un buen número de jóvenes en la CDMX en clínicas, farmacias u hospitales haciéndose la prueba de Covid, las filas evidencian lo que subyace en este momento.
El gobierno se mueve en medio de sus propias prisas. Ayer el Presidente de nuevo insistió en el regreso a clases presenciales bajo argumentos que si bien tienen lógica, no necesariamente en la práctica pueden y deben aplicarse por los riesgos que contraen.
La sociedad ha vivido en carne propia lo difícil que ha sido que los niños no tengan clases presenciales, no hay quien no lo haya padecido. La clave está en que bajo argumentos como cuidar a los niños “emocionalmente” porque regresar a clase “es la mejor terapia para todos”, tomen decisiones de alto riesgo en función del actual estado de las cosas.
El encierro, decía ayer el Presidente, está causando “gran daño… ya no es posible tener a los niños encerrados en la casa, no es posible eso, está causando un gran daño están ahí sometidos, dependiendo de muchos aparatos, están recibiendo información tóxica”.
Los argumentos del Presidente son atendibles, pero llevamos así más de un año como para reparar en ello de un día a otro. Los riesgos de la pandemia han pasado por procesos de altibajos sin dejar de estar, hoy estamos por mucho en los altos y para nada en los bajos.
Como le decíamos hace algunos días, la pregunta ante lo que estamos es si vale la pena correr el riesgo de clases presenciales en medio de un momento único en el desarrollo de la pandemia. El Presidente no puede ni debe minimizar el actual estado de las cosas, se hizo al principio de la pandemia y el costo ha sido, es y se perfila en el balance final profundamente grave.
Estos días hemos empezado a tener indicios de las reacciones que puede tener la sociedad ante lo que se está viviendo. El secretario de Salud, Hacienda y el afamado vocero van a tener que responder diferentes demandas que se han presentado dentro y fuera del país.
Seguimos en medio de situaciones límite. La pandemia no ha cedido, más bien se ha transformado, sigue y seguirá entre nosotros.
El antídoto sigue estando en la sana distancia, el uso del cubrebocas —el cual el Presidente no asume— y las vacunas. Todos queremos dar pasos adelante, pero para ello hay que hacer lo que tenemos que hacer.
RESQUICIOS
El dinero de las multas a los partidos va directamente al Conacyt que obviamente debe transparentar. Por ahora, habrá que ver qué dicen los partidos ante las multas que como sea será una buena lana. Como andan las cosas vaya usted a saber qué hace el Conacyt con lo que está por llegarle a sus arcas.
Este artículo fue publicado en La Razón el 23 de julio de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.