Hasta el día de ayer: 851 mil 227 mil casos de Covid-19 y más de 86 mil personas fallecidas por esta enfermedad; en el fin de semana pasado contamos 463 muertes y más de 10 mil nuevos contagios. Uy, qué triste y qué terrible.
En nuestro país estas cifras a muchos nos preocupan; son catastróficas, sin ninguna duda, y lo que poco a poco se va aplanando entre los mexicanos es el ánimo de seguir adelante en esta inescapable nueva normalidad. Más aún, en este otoño-invierno, dicen los expertos que se atreven a hablar, las cosas se pondrán peor. El frío, las influenzas y el odiado coronavirus podrían combinarse para traer mucho más dolor y más muerte.
Comienzo mi colaboración de esta semana con estos datos desoladores, porque estoy convencida que buena parte de la solución de esta tragedia, por lo pronto, está en nuestras manos y, para ser exactos, en nuestras bocas y nariz. Pa´decirlo claro: estamos solos.
Cuando comenzó la pandemia el intocable e infalible doctor Hugo López-Gatell convenció a muchos de que ese momento difícil pasaría muy pronto; nos repitió una y otra vez que el uso del cubrebocas no era indispensable y se atrevió a decir que “la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio” (16 de marzo 2020). El 3 de abril dijo que los cubrebocas y caretas “dan una falsa sensación de seguridad”; teníamos en esos días 60 defunciones y mil 688 contagiados.
Pero ahí no paró la cosa. El 5 de mayo comentó: “La pandemia se hace cada vez más lenta, hemos aplanado la curva”. Había ya entonces más de 2 mil 500 muertes por la Covid-19. En el mismo mayo, ante senadores declaró que sería “un desperdicio de tiempo, esfuerzo y recursos aplicar más pruebas”. El mismo 28 de mayo se habían acumulado 9 mil 44 muertes y México era desde entonces uno de los países que menos pruebas hacía en el mundo. Sin comentarios.
No se me pongan nerviosos, aún hay más: cuando diez gobernadores piden su renuncia, olímpicamente los manda al carajo y burlonamente les contesta: “Nuestro respeto (a ellos) y podemos entender sus sentimientos”. Esto fue el 31 de julio ya con 46 mil 688 defunciones, (¡!).
Nos ha regalado otras frases deslumbrantes como esta con relación a la cifra negra de casos de COVID: “Es un error metodológico suponer que sólo lo que se ve existe y todo lo que no se ve no existe”. Debo decir que siguen filósofos del mundo tratando de desentrañar el significado profundo de esta frase. ¡Cómo no!
Es este personaje el mismo que dijo al inicio de la pandemia que era “mejor que se contagiaran 100 niños que uno”; el mismo que descartó la posibilidad de una reunión para discutir el documento elaborado por seis exsecretarios de Salud, con sugerencias puntuales para reorientar la gestión del Covid’-19. En manos, pues, de este individuo “al que me lo maltratan”, como dice el presidente, estamos más de 120 millones de mexicanos para evitar que muy pronto lleguemos a los 100 mil muertos y al millón de contagiados.
El desastre del sector salud es lamentable no solo en cuanto al coronavirus: robos de 40 mil medicamentos para los niños con cáncer, compras que decide la Marina sin autorización de la ya inexistente Cofepris, robo inexplicable de vacunas que supuestamente no se venden, ninguna planeación ni administración para tener un almacén suficiente, adjudicaciones directas en adquisiciones de medicamentos de dudosa calidad.
En fin, el subsecretario que no es subsecretario, los medicamentos que no son medicamentos, pero eso sí, los graves errores que sí son errores y cuestan vidas es el resultado lamentable de la actual y ciento por ciento leal administración. ¿Y el secretario de salud que no es secretario de salud? Un tal señor Alcocer, pues seguramente guardadito en su casa o convertido en holograma.
Por todo esto y mucho más la solución, la única de la que disponemos, es lavarnos las manos una y otra vez y, por favor, ponernos el cubrebocas sí o sí. Aceptémoslo: estamos solos. En el mundo se vive el rebrote, en México seguimos en el brote interminable y sufriendo estos dos años de ramplona ineptitud. Con todo y todo, no nos demos por vencidos.