El presidente López Obrador se contagió de Covid-19 como les ha sucedido a casi dos millones de mexicanos. A partir del tuit donde dio a conocer su estado de salud se multiplicaron los mensajes en la lógica del culto a la personalidad.
Desde el inicio del gobierno este fenómeno ha estado presente en simpatizantes del presidente y en funcionarios federales y locales afines a Morena, pero esta situación lo radicalizó.
Inmediatamente después del tuit del presidente, funcionarios del más alto nivel empezaron en las redes a desearle se recuperara con el añadido de mensajes llenos de elogios y alabanzas. El contenido y la variedad de esos tuits indica que fueron expresiones espontáneas.
El pasado lunes Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, que ahora sustituye al presidente en las comparecencias mañaneras, dio línea y señaló, para los funcionarios públicos, cuál era el contenido de los mensajes con el fin de darles unidad.
En esa ocasión afirmó que el presidente se encontraba bien, solo con síntomas leves, y que seguía al frente de sus tareas. Y para que no hubiera confusión sobre qué decir, en redacción propia de tuit, dijo que el presidente: “Es un hombre fuerte, optimista, representante del pueblo, es un ejemplo a seguir, que inspira.”
Hay elementos para pensar que la secretaria operó las orientaciones de la oficina de comunicación de la presidencia. La ausencia mediática del presidente hay que llenarla con una campaña de culto a su personalidad. Es una política propia de los gobiernos populistas.
En los días de confinamiento del presidente, como parte de una estrategia del gobierno, se ha visto un incremento en expresiones que abonan al culto a su personalidad, para hacerlo presente ante sus simpatizantes. La propaganda resuelve la ausencia.
El culto a la personalidad es un fenómeno de masas que exige el seguimiento, obediencia y adulación permanente al líder. Requiere una actitud acrítica de los seguidores y promueve en estos el comportamiento sectario y agresivo frente a quienes no se someten a la figura y a las ideas del líder.
Cumple, por lo menos, seis funciones: Mantener la unidad de los simpatizantes; proyectar una imagen idealizada del líder; generar emoción ante las medidas de gobierno; dar sentido al sacrificio en aras de la causa; hacer llegar a los simpatizantes la agenda que propone el líder y manipular los sentimientos de los seguidores, para que apoyen lo que el líder ordene.
El culto a la personalidad se fundamenta en una concepción de la historia en la que el caudillo o el mesías, que es el representante del sentimiento y la voluntad del pueblo, es quien cambia la realidad social. No es una tarea del pueblo porque éste delega en el caudillo, el único que sabe a dónde ir, la conducción del proyecto. Al pueblo solo se le pide que confíe y se deje llevar.